lunes, 12 de marzo de 2012

En un lugar más allá del océano.





El
frío abismal que inundaba las pasarelas acristaladas bajo presión en lo más profundo de Rapture dejó de serle tangible desde hace ya mucho, mucho tiempo. Los pasos cansados resultaban cargados y sonoros, pero ya nadie iba a oírlos. Las válvulas de los pesados y corroídos tanques rechinaban levemente dejando salir y entrar gases en la pesada forma que habitaba debajo de la escafandra.

Ya era la hora de ir a buscarla. Lo necesitaba. Necesitaba protegerla, darle la mano y oír su dulce voz.

"Señor Pompas". Le encantaba oír decirle éso. No sabe bien por qué. No recuerda nada, ni a nadie. Él camina, a veces solo y a veces entre fantasmas.

Fantasmas en lo más profundo de su cabeza, producto de los experimentos del ADAM, que resurgen en los pasillos rememorando escenas de otros tiempos, antaño mejores.

Fantasmas en forma de humanos. Fantasmas en forma de música.

Apretó los guantes, pero no sentía el tacto ni de su propio cuerpo. Al llegar a la pared al final de la pasarela, levantó el brazo pesado, dejándolo caer sobre el cobre oscuro.

Papi llama. Es la hora de dar un paseo, hija mía. Te llevaré a ver a otras muchachitas.

Algo sonó en lo más profundo del conducto. Parecido a una risa.

Allá en lo más frío del fondo del mar, en aquella pasarela acristalada donde se contempla la más grande maravilla arruinada, el Señor Pompas daba la mano a su niña. La ciudad se veía al completo desde aquélla pasarela.

En algún lugar más allá del mar existe la felicidad para cada uno de nosotros.

En algún lugar más allá del mar.