martes, 14 de junio de 2016

Aceites y mieles.

Agarro el Sol con mis manos desnudas
Y le digo que espere tu estrella
Que con su  suave estela
La mía muda queda.


Ojos limpios como la mañana
Como la lluvia en verano
Eclipsan mi cuerpo celeste
Y lo bañan con aceites y mieles.

sábado, 11 de junio de 2016

Claro. Supongo. No sé. Cuídate.

Por primera vez tras varias semanas, el cielo se nubló y el viento frío bajó las temperaturas. Tuve que ponerme la chaqueta para no pasar ese frío desagradable no muy intenso. Stephanie era ese día mi compañera para los pacientes dobles. Y bueno, había que hacer conversación. Cada vez me cuesta más. Antes me resultaba sencillo hablar motivado sobre cualquier cosa, pero ya me cansa saber que no me van a responder con el mismo interés o las mismas ganas. Que no lo reprocho, oiga. Pero que a veces uno espera un poco más de interés. Así que como era normal, le pregunté por el tiempo y luego por ella.

Me contó que no se quedaba en Edimburgo. Que se volvía a los Estados Unidos para continuar sus estudios de medicina, esta vez en Tejas. Y que luego iba a buscar trabajo por allí. Lo decía con la seguridad y la confianza de quien lo tiene todo solucionado. Con un matiz de arrogancia para ella desconocida e involuntaria. De quien lo tiene fácil. Y no me refiero a estudiar, que seguro que apechuga como todos, porque estudiará a gota gorda. Me refiero a que por su situación, país y posición, no tiene mucho de qué preocuparse. Que tiene que pagarse las facturas si quiere ser independiente, sí; aunque papá y mamá proveerán si se tercia, pero ella es capaz de mantenerse resuelta. Y es loable.

Y ahí estaba yo. Con cara de español. Con la cara que ponemos la mitad de los que vivimos por aquí. Barbilampiños. Ojos cansados y pelo y piel morena. Con una media sonrisa que baila entre contenta y asustada, de esas que surgen cuando no sabes por dónde te van a salir esta vez. Con cara de perro mojado. No sé, le dije. No sé qué iba a hacer yo, porque los papeles tal y Pascual. Lo de siempre. ¡Pero se supone que la semana que viene llegan! Repetí como tantas otras veces. No sabré si quedarme... o volverme. Si he estado perdiendo el tiempo aquí o podré moverme y optar a algo mejor. En esta ciudad o en otra. Y si me vuelvo con el rabo entre las piernas, volver a Cádiz o a cualquier otro sitio de España. Y empezar de cero. Y dirás es lo que te toca, que es la vida, que no te van a regalar nada. Y sí. Hay gente que lo tiene fácil y gente que lo tiene difícil. ¿Qué puedo hacer yo al respecto? Preocuparme por mi culo y buscarme las papas. Porque nadie me las va a buscar. Eso ya lo sé. Pero tengo miedo. Otra vez. Supongo que el normal, el que toca sentir cuando no sabes qué va a ser de ti el mes que viene.

Y podría desarrollar todas estas ideas que ya sabemos y que están más que estudiadas. Pero me parecía poética, o de foto, esa escena. Stephanie preguntándome que qué iba a hacer yo. Su sonría tranquila contra la mía. De dos personas que no son de aquí, que están de paso. De cruces de caminos. De que te vaya bonito allá adonde vayas con los mejores deseos. Y de ese frío incómodo latente. Me abroché un poco más la chaqueta y miré al suelo. Sonreí confuso y pulsé el botón del semáforo para que cambiase a rojo. ¿Vas a echar de menos Edimburgo cuando te vayas? le dije. Bueno, sí, pero volveré bla bla blá; me tengo que ir ahora al siguiente paciente, ya nos veremos en otra ocasión.

Me miró durante unos segundos y desvié la vista a la otra acera. Claro. Supongo. No sé. Cuídate.

domingo, 29 de mayo de 2016

El puente de los perdidos.

Allí estaba su adversario. Había venido puntual. Eran pasadas las seis de la tarde y la luz tornaba dorado todo aquello que manchaba. Aurora estaba a los pies del Puente de los Perdidos, en el distrito comercial del barrio de Santonés donde el arroyo que pasa bajo su arco da un salto de una veintena de metros para caer como una discreta cascada sobre el siguiente nivel de la ciudad. El puente llevaba su nombre por una antigua historia de amor que se cuenta con recelo entre las personas del barrio, en la que dos personas lo perdieron todo por amor. Tanto, que ambos saltaron al vacío cuando la vieja guardia urbana les quiso dar caza por todas las deudas que arrastraron.

El puente era de madera. Algo mohosa por el tiempo y la humedad. Sin barandillas y no muy elevado, pero cerca del barranco perfectamente empedrado por los obreros que erigieron el barrio de Santonés un centenar de años atrás. El hecho de estar cerca del salto del arroyuelo que murmura, le otorga una vista magnífica de la puesta de Sol. El Astro Rey puede ser visto desde la misma plaza, pero es en el puente donde los jóvenes se declaran su amor antes de que caiga la noche o donde el romanticismo se cobra a base de tajos y rajos como este es el caso.

La iglesia de la plaza es fiel devota de Iomedae, y a pesar de ser una deidad algo belicosa, se respira tranquilidad y poca patrulla urbana suele rondar la zona, otro motivo por los que los duelistas y matones se reúnen en la misma. Aurora no creía en Iomedae, su familia del alta alcurnia le había enseñado lo contrario, pero ella tenía suficientes modales como para que la adoctrinasen más. En lo que Aurora creía era en sus posibilidades, enaltecidas y recargadas por un orgullo el doble de grande que su tamaño. Y por un temperamento el triple de grande, cuádruple; cuando se metían con su estatura, ya que por lo general la confundían con un mediano.

A sus diecinueve años, Aurora ya era más que docta en el manejo del acero y a pesar de la negativa de que se dedicase al mundillo de la espada y se dedicase al universo de los libros, sus padres se daban por vencidos muy a la ligera al no querer encarar la mala leche de su propia hija. Con prerrogativas, y falsas promesas de mantener el honor y la reputación de la familia Nedea a través del estudio, la joven Aurora daba rienda suelta a su voluntad con toda la libertad que le daba Don Dinero, miembro de su familia desde tiempos inmemoriables. La voluntad de Aurora consistía en demostrar y demostrarse a ella misma de que era la mejor manejando la ropera. Que era la mejor a su edad y a la edad de otros muchos que dicen ser hijos de o tener cargos militares o tener cicatrices de tal guerra. Y tal muestra de orgullo siempre alcanzaba a tener respuesta. Por parte de casi cualquiera lo suficientemente orgulloso o borracho como para demostrar sus agallas contra una criaja. Lo que no sabían aquellos que se enfrentaban a Aurora es que no sólo las historias que contaban de ella eran ciertas, sino que éstas no hacen justicia a las habilidades de Aurora en combate.

Aurora de Nedea estaba muy segura de sí. Sus ojos azules y fríos como el cielo estaban fijos en su enemigo, clavándolos entre las cejas. Su gesto inmutable sólo iba a verse truncado en el momento que desenvainase la ropera, pero hasta entonces no iría a torcer su boca. Iba a dejar que su enemigo, un ser extraño. Se acercase. El enemigo, un algo con forma de hombre ataviado con túnicas y un sombrero de paja tan ancho como chato. Este llevaba la cara cubierta por la paja del sombrero, y lo poco de piel ceniza y fina que se descubría, eran secciones de brazos y piernas, finas como palillos. Una respiración rota y ronca salía de la cabeza oculta. Y tanto la respiración como el hombre se pararon en mitad del puente de los Perdidos.

El hombre se ajustó el chapeo y las túnicas. Llevaba al cinto una hoja desnuda. No una ropera, sino una espada algo oxidada y mellada, grande pero sin llegar a ser bastarda. Aurora pensó. No era un simple matachín cualquiera. Alguien la había citado tras un susurro en medio del gentío varias horas antes, con la advertencia de que si no asistía, alguien muy allegado a la joven sufriría. El extranjero soltó un gemido lastimero. Al parecer no era de los que esperaban ni de los que daban cuartel. Eran de los que no hablaban, si es que podía, pensó Aurora. Este era de los de aquí te pillo y te mato. Te saco el acero y me voy. Da igual dónde estemos o la hora a la que luchemos. Aurora de Nilea se llevó la mano al cinto y quitó la presilla a la vaina sujeta al tahalí. En respuesta su oponente se crujió el cuello y adelantó el brazo que sujetaba la espada sin ninguna posición de ataque o defensa. El sol le adornaba con tonos dorados y ocres y parecía una estatua grotesca que la miraba sin ningún tipo de emoción.

Aurora dudaba. Hacía tiempo que no dudaba. Quizás porque estaba acostumbrada a meros matachines de tres al cuarto. Quizás porque llevaba tiempo sin batirse. Dos días. Pero quizás porque alguien estaba en peligro. Y aunque perder la razón en pos de lances y estocadas violentas como le solía pasar le diera resultado en la mayoría de las ocasiones, esta vez algo parecía ligeramente distinto y peligroso. Esos brazos raquíticos no parecían poder levantar bien esa espada mal calibrada, con más peso en la hoja que en el mango. Movimientos torpes y circulares y mucho más lentos que los suyos, dedujo Aurora. Sólo sería cuestión de acercarse, dejar que levantase la espada y esperar a que cometa la primera imperfección, que no tardaría mucho en cometerla. O que tardase más que ella en bajar la espada. O que no controlase bien el peso de la espada. Tras augurar los bailes de su adversario, empezó a sentirse más cómoda. Más gallarda. Se estaba convenciendo a sí misma de que quizás no era para tanto. Que este era uno de tantos, sólo que de los raros. De los raritos. De los que la ponían nerviosa en un principio pero de los que a los dos días ya no se acordaba. Un lobo que resultaba ser la sombra de un conejo. Arurora, confiada y relamida sacó el acero que brilló platino bajo el sol poniente y empezó a caminar al Puente de los Perdidos para quedarse a escasos metros de su adversario.

El hombre levantó la barbilla para ver mejor a su presa. Lo suyo era mero trabajo. Alguien le había comprado para liquidarla. Y ya está. No le importaba quién era Aurora o a quién tenía preso. Era un acero a sueldo. Como otros tantos. Nada personal. Pero lo que sí que llevaba personal era el honor y la reputación de hacer el trabajo bien hecho. De la manera que fuese. Aurora se acercó y éste elevó el brazo con la espada para lanzar el primer ataque en diagonal, haciendo un barrido amplio, que la chica esquivó a duras penas. La mirada confiada de Aurora tembló. ¿Cómo era posible que de un brazo tan raquítico tuviera la fuerza y la firmeza para dar ese golpe sin apenas esfuerzo? No era normal, algo fallaba y antes de que pudiera dejarle el beneficio de la duda a su adversario lanzó una estocada en contrapicado a su adversario, que en lugar de acertarle en el pecho se hundió en el vacío. Un giro de cintura por parte del hombre y otro revés barrido que acabó rozando el pelo naranja de la joven, que se acababa justo de agachar. Ella lanzó un envite desde abajo que acabó en el aire, cerca de su hombro y cometió el error de no retirar a tiempo el brazo. El hombre la agarró de la muñeca con una fuerza ajena a los músculos raquíticos de sus brazos y lancó un estoque directo a la garganta, encontrando la carte joven del hombro. Aurora notó el pinchazo frío, y luego el calor de la sangre que le brotaba escandalosa de la herida. Aurora apretó los dientes y entró en cólera. Le habían hecho sangrar. A ella. Y nadie nunca vivía para contarlo. Viva Iomedae o la madre que la parió. Para colmo, el hombre ahora estaba sonriendo, regocijándose del juego que estaba teniendo con aquella zorra de pelo naranja. Y eso le quemaba el orgullo a Aurora. Tanto, que no iba a darle otra oportunidad.

- ¡Nemo me impune lacessit!

Nadie la hería sin salir impune, masculló rabiosa en la lengua celestial. Giró la muñeca presa y sesgó parte del rostro de su adversario, que la liberó de inmediato, y aprovechó para hendir el acero un palmo en el hombro del adversario, que soltó la espada y profirió u gemido de dolor. Aurora había declinado por fin la balanza a su favor y se levantó, mientras su adversario se agachaba para recoger la espada. Aurora se acercó para finiquitar el asunto y su enemigo lanzó un estoque a la desesperada que Aurora de Nedea esquivó sin dificultad. Con una mirada azul y fría de desprecio, hundió tres palmos de la hoja en la espalda del adversario, que tosió lo que en una persona normal habría sido sangre. Sin ningún rezo u oración que de daban los duelistas, pateó el torso del agonizante adversario. Al final resultó ser como pensaba. La sombra de un lobo. Antes de que su contrincante pudiera decir esta boca es mía, lo empujó al borde del puente y lo tiró sin vacilación. Chof. Aurora envainó el acero limpio tras haberlo limpiado en la ropa de su enemigo, que flotaba bocabajo momentos antes de desaparecer por el salto del Puente de los Perdidos. Con el Astro Rey alumbrando a su ganadora. Ahora necesitaba enmendarse la herida y la ropa, y buscar a aquéllos que tenían preso a Duardo. Ella sabía quién lo tenía preso y en qué lugar. La próxima vez no iba a dejarse sangrar.

viernes, 20 de mayo de 2016

Cielo y nubes. Campo y Luna.

De las nubes que brotan del cielo llueve la mirada áurea
Dibujada una media luna entre dos colinas suaves
Y sopla la brisa marina, un beso que trae la marea

Que tuya es la llave
Y en mí florea
El jardín que ya sabes

Para que en la noche
Nuestra tarea
Sea tomar y beber hasta que todo acabe.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Donde el todo y la nada.

Quiero verte a solas, a ciegas de la razón y a razón de tenerte
De mirarte como nadie te ha mirado y de contarte cada punto dado
Vehemente, y consciente del encuentro evanescente.

Que aunque duela, y no consuela no quiero dejarte y demostrarte
Que se puede aunque llueva, y déjame que me atreva a decirte
Que quiero. Hasta donde "el cielo y el mar se funden, donde el todo y la nada se unen".

viernes, 13 de mayo de 2016

El Rey del Heno


Se dice que puede despertar en cualquier lugar oscuro donde yace alguien dormido. Y es irónico que lo que despierte sea un terror más profundo que el mismo sueño. Es algo que ha acompañado a la raza humana desde el inicio de los tiempos. Hay quienes dicen que hay tantas como personas haya, pero yo creo que sólo hay una en muchas partes al mismo tiempo. Esta vez ha despertado en este poblado granjero y humilde, y no va a parar hasta que acabe con todas y cada una de nuestras almas. Pero tan pronto como acabe puede aparecer en tu tierra, o en la tierra donde naciste. O en la capital. Ayer, hoy o mañana.

El Rey del Heno es una pesadilla. Es todo lo peor que pueda pasar y que pasará. Encarnado en un horror andante lento y torpe pero fugaz como el silencio. Es la muerte, y el propio miedo a la muerte. El terror a lo desconocido en sí y en todas sus formas. Puede tomar la forma de lo que tú más temas, como una araña o un hombre lobo o el propio Diablo. Mucha de las veces toma la forma de un espantapájaros grotesco, encorvado y deforme, o estirado y vacío con brazos largos y dedos retorcidos. Con una voz que susurra peste, pero una voz muda y chillona al mismo tiempo. Su nombre viene de su mal. En las tierras del Señor Jesucristo de los Reinos de Castilla, aquí, en los prados rurales, toma la forma de quien guarda lo que alimenta a los animales, de lo que alimentamos nosotros al miedo. Del guardián y rey, virrey o tres veces rey.

Del miedo y el horror en su más pura forma. De la misma envidia que es, que se alimenta de lo que no tiene, el ser. Y que eso es lo que aún más anhela con profundo terror enfermizo. Por eso toma la forma de un espantapájaros. Porque es a todo lo que puede llegar a ser. Porque si hay algo irreal que él no posea y sea es ser cruel. Porque no hay nada más humano y más real que la crueldad. Y por eso el Rey del Heno se mueve entre nosotros, los vivos. Alimentándose con la crueldad que supuramos, y aterrándonos nos ceba con odio e ira y crueldad. El Rey del Heno quiere ser real. Quiere caminar entre nosotros como un igual.

Por eso os ruego mi señor de Saavedra, Duque de Medina y Grande de España que haga pertinente la noticia a sus Majestades, al Santo Papa del Vaticano, a la Católica Inquisición, y a todas las cortes celestiales y ángeles. Que en el poblado de Santonés de la Ría ha despertado la más negras de las pesadillas. Que no descansará hasta coronarse más profundo que el mismísimo Diablo. Que el Rey del Heno viene. Y clama. Y yo clamaré que, aunque me quemen, que ya les avisé a vuestras mercedes e ignorado seré. Que, aunque muera quemado por blasfemia o herejía, moriré con el alma serena y lista para ser acogido en el Reino de Dios como buen cristiano. Que el Rey del Heno camina desde la noche para alimentarse y arrancarnos el alma de la forma más abominable que podamos imaginar. Con sus ojos vacíos y su boca tan negra y deforme y profunda como el abismo. Coronado Rey, virrey o tres veces Rey.

A la fe de Dios y de Vuestras Mercedes,

Ernesto De Jimena y Torres.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Versos anónimos a Arurora de Nedea. Atribuidos a Eduardo Daponte. Segundo.

No entiendo cómo a ti queriendo,
Que por ti me bato y me arrebato
Y como un jabato embato
Riñiendo hasta verme yaciendo.

Que de ti bebiendo y comiendo
hállome, y bajo tu silbato bravato,
raudo me engarabato como un novato
para olvidarme lloviendo y yo, muriendo.

sábado, 30 de abril de 2016

Por falta de fuerzas.



Me duele el cuello de nuevo
Y miento y no miro
lo mucho que ciego suspiro
bajo este sol tibio, muerto y longevo.
Por falta de fuerzas y espiro.

Lo de hundirme en el colchón no es nada nuevo
Y cada paso que doy me cuesta un pedazo de alma y deliro
a gritos callados y rasgo con lágrimas la cara cuando llega el céfiro.
La puerta se ha abierto y a esconderme no me atrevo.
Por falta de fuerzas y expiro.

miércoles, 20 de abril de 2016

La garza y el naranjo.



Me duele la tierra que piso.
Me duele porque me sacude por dentro y por fuera, fachada y alambres.
Cuando la gente habla en idioma que no conoces y a ti te cuesta pronunciar y vocalizar en tuyo materno es cuando el agua te sube por las rodillas y no puedes verte los pies. Y hace frío.

Cuando piensas que lo que tocas no es real, porque nadie lo ve real. 
Cuando miras de maneras olvidadas que ni siquiera existen y todos los demás miran de la misma única manera.
 Cuando el Sol no calienta y las nubes son tan trasparentes como opacas.

Cuando todo esto ocurre, la garza se posa en el naranjo.

domingo, 17 de abril de 2016

El credo del cisne.

Tengo el corazón de barro
Pero lleno de caballos bravos.
Tengo que clamar a la lluvia
Que sorda y perezosa responde a mis ojos.

Tengo el cuerpo que defiende el desgarro
del mismo del que tengo que aún atar cabos.
Ojalá quitar la sangre por savia
Para no tener que sentirme despojo.

Ojalá sentirme etéreo porque siento caliente.
Ojalá me vieras como te veo yo a ti.
El cisne que canta en el viento de poniente
Todo lo inocente que en tu cuerpo ya vertí.

El mismo cisne que vuela vehemente
Con el credo secreto que cierra en mí
Todo aquello que esconde tu mente
Para que me lleves, y llevarte a palacio a vivir.

jueves, 14 de abril de 2016

Tengo más ganas de correr que de seguir adelante. Y no veo ninguna puerta.
Sólo tengo una puta vela en la mano y me quema la cera derretida.
Estoy harto de que sólo llueva y esté aperreado.


lunes, 11 de abril de 2016

Versos anónimos a Aurora de Nedea. Atribuidos a Duardo Daponte.



Vive Iomedae que la luz
más sagrada viene de tus ojos
y que sólo a tu antojo
 vivo tras el parteluz.

Llamas enardecidas sobre
dos zafiros brillantes y fríos
adornados por el terciopelo más limpio
de dorado calibre

No pasan desapercibidas con
tu sagacidad ni tu osadía
mas sé de buena fe que en tu rebeldía
se halla el más puro algodón 

Ojalá pudiera besar esas mieles
que moran en esos labios rosados
Que muero, vive Iomedae, condenado
a orarte en secreto entre laureles.

sábado, 9 de abril de 2016

Guitarra.

He abrazado al mar.
He mirado dentro del viento y crecido sobre sus alas.
He dormido bajo el Sol y murmurado su secreto nombre.

He abrazado al mar con todo mi ser.
He paseado bajo el azahar y la miel.
Las horas ha corrido marcha atrás sin olvidarme de tu piel.

He abrazado al mar a sabiendas de no volver.
Algas y sal.
Tinte y latín.

He abrazado al mar
Y lo único que quiero es enterrar mis pies en la arena
Y dibujar en mis mejillas con hollín.

miércoles, 6 de abril de 2016

Qué hago.

Qué hago con todo esto que tengo en el pecho.
Qué hago si el momento momento que más he viajado ha sido sentado en una tarde lluviosa de abril en la playa con todo el frío.
Qué hago si los algodones envueltos con aguas del torrente más bello me cubrieron entero.
Qué hago si el exhalar se torna en placer. El placer más dulce entre esas estrellas.
Qué hago si todo se vuelve nada a menos de cinco centímetros.
Qué hago si el cuello me arde suave y se me nubla la razón.
Qué hago si me suena una guitarra melancólica y dulce.
Qué hago conmigo.
Qué hago con todo esto que tengo que dar.
Qué hago con todo esto que tengo en el pecho. Entre los naranjos. Entre suspiros de azahar y miel.

Sobre el orgullo.

A raíz de un comentario de una persona anónima y cobarde y de los acontecimientos acaecidos últimamente en el piso de Edimburgo me ha sido inevitable hablar sobre algo que, de forma cíclica siempre viene a la memoria.

Y es muy cierto. El orgullo vuelve a las personas necias y taimadas. Y es así. Es horrible lo que desvela si no se tiene autocontrol y un poco de visión de conjunto más allá del ombligo propio.

De cómo hace que, por meter la polla en un agujero húmedo se te hinche el pecho, se te suban los colores y se te baje -hunda- la humildad. Es algo que nunca entenderé. Ese amor propio desorbitado que ciertas personas profesan sobre sí mismas y que por desgracia las he sufrido en mis carnes a lo largo de estos escasos veinticinco años, y que apenado, las seguiré sufriendo.

Esa tonadilla que comienza con la barbilla bien alta y la mirada que se turbia sin dejar ver más allá de unos músculos hipertónicos; y que continúa por una revelada actitud de discreto desdén sobre cualquier otra criatura viviente, buscando un refugio en una virilidad más que tímida y frágil. Esa tonadilla que comienza por dejar de mentar los porfavores y noteimportasitales y termina por una gallardía propia de alguien que habla sin pensar en lo que ha hecho. Que cristianos, nos guste o no, somos todos, y todos hemos tirado alguna piedra alguna vez. Ya sean asuntos de alacenas y buhardillas, irnos sin pagar, putear al prójimo o no fregar los platos. Yo el primero, que conste en acta que soy el menos santo de los aquí presentes. Sabe Dios.

Pero las formas dicen mucho de uno, y más si por cualquier empresa estás atado a compartir el oxígeno con algún que otro ser humano. Que ojo. Que a un don nadie se le puede ningunear sin ningún cargo de conciencia si te pillan vacío de modales, pero amigo mío. Amiga mía. No se caga donde se come. Está feo. Y es desagradable. Y cansa. Aún más cuando las maneras las porta uno mismo con bandejas de plata y aquesta persona te habla con un rabillo en la lengua que delata superioridad. Mínima, casi imperceptible, pero palpable. Y esa persona no es nadie mejor que un servidor, o tú, que lees esto. Ni tampoco mejor. Simplemente otra persona, y como tal; como otro pibe con veinte dedos. Como tú y como yo.


Es una pena. Todas las personas que he conocido tremendamente orgullosas acaban mal. Miento. Acaban donde ellos y ellas quieren acabar. Que ese lugar sea idóneo o idílico ya es otro asunto. Quizás no para ellos porque total, son de estas personas que ponen cortinas de flores en muros donde no hay ventanas.

lunes, 4 de abril de 2016

Ah, duende del sur.
Ciego es el viento que sopla
Que besa la oreja a copla
De tu salada marea azul.

martes, 22 de marzo de 2016

Bajo la luz de la florida Luna
Corta la sierra el valle del cielo
Y una bruma que hace de velo
Llueven las flores mudas
Para el perdido, y el anhelo
De una suma con recelo.

Nunca es bien sabido que el terco tornasol se trunca a sabiendas si el sol no sazona lo debido.

lunes, 14 de marzo de 2016

pseudo soneto

Sosegado bajo el olivo
Sudan mis manos el aceite
Bajo el Lorenzo dominante
Mientras descansa en el olvido

Coronada la corona está
De engarzadas estrellas brillantes
En la testa del caballero andante
En esta hora perra y funesta.

La nube fragmentada que
Al alba canta y prepara
El más amargo enroque

Que mata y no repara
en lo adusto del estoque
que no pregunta a la cara

martes, 8 de marzo de 2016

El hexágono.

El Sol por el levante.
Un lance victorioso
Sobre orografía mutante.
Un dance brío, y perezoso.

sábado, 13 de febrero de 2016

09:10

Últimamente me despierto sin saber dónde estoy.

Me está pasando demasiado. Más que de costumbre.

Intento ubicarme nada más despertarme, y una vorágine de luces y recuerdos espaciales me confunden para después salir a la superficie de la realidad a coger una bocanada de aire fresco. Y amargo. Sigo aquí. Sigo en Edimburgo. Vuelvo a la realidad que se torna lisa. Plana. Llana. Gris.

Como el cielo encapotado e infinito.

Luego el despertador sigue sonando. Pero no tengo fuerzas para levantarme. Ni voluntad. "Ya se callará".

Porque al final todo calla.

Odio despertarme perdido.

jueves, 11 de febrero de 2016

Fotolog ha cerrado.

Desde 2007 llevo usando esa página a modo de "diario" o algo parecido a eso. Y me da coraje que ahora todo se vaya a la mierda. Antes no le daba mucha importancia cuando quise actualizar y la página me daba un error del tipo 500. Pero ahora, en perspectiva, son muchos años que van a ir directos a la basura.

Lo que hacía era usar este blog para escribir sueños y chorradas varias. Pero es mucho más cómodo y bonito usar Tumblr. Y más fácil. Pero supongo que lo que necesito es escribir, no que me reblogueen o me den favoritos, así que usaré blogspot para aunarlo todo. Aunque quede menos estético.

Éso sí, puede que le de un cambio de imagen y lo ponga más claro. Que siempre queda bien. Pero éso está aún por decidir.

Desde que estoy en Escocia las buenas noticias vienen a cuenta gota y las malas caen por chorros. Ahora quieren que vaya a hablar sobre el coche (otra vez) y aún no me han dicho nada del dinero que me deben por todas esas horas como fisio que he echado. Los papeles tienen que estar al caer para dos semanas (otra vez) y sigo sin verme aquí o en Cádiz o en sitio alguno.

Las buenas noticias, las que realmente importan, es que viene mi madre a verme y mi hermano para el mes siguiente. Y la verdad, lo necesito. 

Necesito también decir cosas a la gente que gasta su tiempo en mí al igual que lo gasto en ellos.

Necesito bastantes cosas. Pero como siempre, no puedo tenerlo.

Hoy he visto un suicidio en la calle.

sábado, 6 de febrero de 2016

Turquoise Hexagon Sun


Es... como deshacer un cuadro. Despintarlo.

Primero quitas el sonido. Las bocinas, las llantas rodando el suelo, las voces, el viento. Luego quitas a las personas del montón. Ésa que va con la bici. Ése que va con el perro. Ésos que van con las bolsas y aquel señor mayor que espera al semáforo. Poco a poco, los vas quitando del lienzo.

Ahora te queda la ciudad per se. Y el cielo.

Quitas el cielo. Fuera las nubes y el color azul. Y el Sol. Y se te queda una luz a través de un cristal traslúcido. Un color blanco sucio. No muy brillante.
Luego quitas poco a poco los edificios altos. Los semáforos. Las tiendas. Las casas.

Ya casi hemos acabado. Sólo falta quitar el suelo.

Ya está. Ya sólo caminas en ningún sentido. En un blanco sucio. Sin sabor. Con la boca seca.

viernes, 29 de enero de 2016

El fuego del farol. El fuego interno.

A veces es como si quisiera dormir y me quitasen poco a poco el edredón.
Como si me quitasen la capucha cada vez que llueve. Son manos que me levantan los párpados cuando duermo.
Es un millar de grillos constantes. Pero silenciosos. Murmurando.
Una cuenta atrás.
Una distorsión en una canción .
Es una plancha que alisa las curvas del día.

En mi estantería por suerte tengo tres mementos que brillan más que el Sol. Un farolillo verde, una bufanda y un beso sincero.
Por un momento el viento se va. El suelo está caliente y puedo andar descalzo. La comida tiene más notas de sabor y noto cómo el agua llena el estómago. Todo eso cada vez que miro por esta ventana. Todo eso cada vez que le canto a mi estrella.
Y al final del día me miro las manos. Aunque no las crea reales. Aunque esté en medio del bosque.
Pero si no las veo reales, si no veo mis manos, me tocará llevar guantes. Al menos, hasta que salga el Sol.




miércoles, 27 de enero de 2016

El azahar

Las ramitas crepitaban momentos después de que Rackham las lanzase aburrido y cansado. Björn se enfrascaba con la mirada en el fuego, masticando escandalosamente la cecina que tenía entre las manos y alternándola con severos tragos de cerveza caliente y negra. Para el enano, lo único que necesitaba era un poco de silencio. Y eso que en la totalidad del día la cantidad de palabras pronunciadas se limitaron a veinte, aún contando con gruñidos y otros sonidos vagamente semejantes a un nombre o una orden.

Orión estaba sentada en el tocón con las manos entrelazadas. Tenía también la vista fija en el fuego, pero a diferencia del enano no comía. Su mente estaba asimilando todo lo sucedido en el día. Y dedicó unos momento para susurrar algo a Sarenrae y a Desna. Cerró los ojos, se santiguó y levantó la vista a las estrellas. A las pocas que el fuego dejaba ver.

Rackham se apoyó sentado sobre sus rodillas y observó a la clériga, como buscando el motivo para que ella dijera cosas y mirase fijamente al cielo. Le extrañaba cómo era que la clériga parecía estar contenta después de otro día de aburrido viaje y poca conversación. Y poco tiempo para fumar. Y dormir. Y contar chistes. Y tomarle el pelo a Björn. Y tantas otras cosas que echaba de menos. Y sin embargo ahí estaba Orión, mirando al cielo como una tonta. La misma Orión que volvía a susurrarse y surrarle a las estrellas algo secreto.

Rackham se llevó la mano a la boca y frunciendo el ceño, decidió interrumpir a la chica:
- Oye Orión. ¿Para qué hablas con las estrellas?
Björn seguía masticando sin prestar atención al mediano. Orión terminó la oración y bajó la mirada hasta el mediano. Antes de responder, dudó un momento para buscar las palabras. Rackham destestaba eso, porque siempre solía hacerlo antes de soltar una pedantería:
- ¿Sabes que para las estrellas, las hogueras son sus amigas?
- Ya empezamos.
Orión le ignoró por una vez, porque por fin tenía algo que le emocionaba contar:
- Imagina que ellas nos ven a través del fuego que brilla a millas de distancia. Imagina que para ellas, nuestras tierras en la oscuridad de la noche son el mismo tapete sobre el que ellas están cosidas; y que se emocionan cada vez que ven una hoguera brillar. Por eso nos dan la bienvenida. Todas. Eso me contaba mi padre.
- Oh, pensé que era algo de tu diosa.
- No, es de mi padre. Se dicen que las estrellas están guardadas en el cielo con tu olor por alguien que pide por ti.
Rackham volvió la vista al fuego. Meditó en lo que había dicho la chica. Meditó en quién podía guardar su olor. ¿Qué olor tenía él? ¿Qué significaba eso? Y meditó un poco amargado sobre quién iba pedir por él. Orión le miraba a él directamente. Con una leve sonrisa.
- ¿Cómo se pide por alguien a las estrellas, Orión?
Björn se atragantó justo antes de que Orión continuase. El enano tosió y calmó el gaznate con algo más de cerveza.
- Con una canción. Con una canción en la que le hables a la persona que quieras grabarla en una estrella.
- ¿Como las canciones de los caballeros andantes? -Rackham comenzó a ilusionarse-. ¿y las de algunos señores elfos silvanos? ¿Por eso cantan en las hogueras?
- Sí. Por eso hay tantas estrellas en el cielo. Los caballeros cantaban a sus amores a la luz de un fuego mil y una veces, con la esperanza de que la otra persona descubra su estrella. Ya que cuanto más cantes, más brilla en el cielo.
Rackham se quedó asombrado. Así que era cierto eso. Los caballeros no sólo cantaban por ser repelentes repeinados doctos en el amor platónico, sino porque querían hablarle a sus amores a través del firmamento.
Todas esas historias, todas esas canciones parecían cobrar ahora un tono más profundo. Más bonito... Ojalá alguien le cantase. ¿Pero quién? ¿Y cómo sabría que es su estrella?
- Orión, ¿y cómo sé cuándo he encontrado mi estrella?
- Cuando te despiertes con tu olor en mitad de la noche.
- ¿Te ha pasado?
Orión bajó la mirada y se miró las rodillas sonriendo. Y asintió. Rebuscó el su zurrón hasta encontrar un frasco pequeño con un corcho. El frasco tenía una colonia con dos pétalos blancos.
- Sí. Y huelo a azahar.

El silencio que se formó sólo era interrumpido suavemente con el crepitar del fuego. Rackham miraba ahora al suelo mientras Orión guardaba su frasco de nuevo.
- Cuando encuentras tu estrella puedes usarla como guía para llevarte hacia aquella persona que pide por ti. Cuando encuentras tu estrella puedes sentirte muy especial. No todos lo saben o se dan cuenta. O consiguen si quiera encontrarla en el cielo. Cuando la encuentres, lo sabrás. Y te llenará de gracia.

Rackham decidió volver al fuego. Tras pensar un poco en las palabras de la clériga, se le quitaron las ganas de seguir preguntando mucho más.
- No creo que tenga estrella.
- Sí que la tienes -Orión empezó a abrigarse-. Pido todas las mañana a la última estrella de la noche por vosotros. Para que esteis bien si algún día no estoy.
Rackham sonrió y sus ojos buscaron a los suyos para agradecérselo. Al fin y al cabo, la tenía a ella. Y al enano. Su pequeña y extraña familia. Su compañía. Olorosa en más de un sentido. Al menos, por el enano.
- ¿Y sabré a lo que huelo? ¿Lo sabes?
Orión dejó escapar una risa y buscó algo más en el cielo. Escudriñándolo por si se había olvidado de cantarle a alguien. Y cuando acabó, bajó la mirada para soltar un suspiro largo, cansada.
- Lo descubrirás esta noche si haces primero la guardia.
- Ni de coña. No voy a volver a caer en tus redes otra vez, mujerzuela. Ya me sé tus trucos.

Para sorpresa de los dos, Björn reanudó la orquestal sinfonía que era su comer. Y entre bocado y bocado; y entre trago y masticado musitó algo que se pareció a un "gracias". Sin dejar de mirar al fuego.




lunes, 25 de enero de 2016

Vapor

Despacio, se encara.
La rosada áurea brilla entre vapores, como el nácar.
Una sola línea negra cierra la estrella sumida en el delicioso Parnaso de los sentidos.
Y la media luna crece e hincha el espacio y el cosmos nacarado. Antes terso.


Y ahí estoy yo. Absorto. Mudo. Expectante.
Con la boca vacía y el pecho lleno.

Cubierto de azar. Colmado de sentidos y falto de espacio para seguir guardando el eclipse que tengo ante mis ojos.

domingo, 17 de enero de 2016

sábado, 16 de enero de 2016

El millar de flores.

Entre las nubes,
Donde alzado el Sol
Y en la noche la Luna canta;
Un millar de flores adornan
Lo elíseo de tu cuerpo.

Entre las nubes aguarda
Un aroma tuyo que sólo
El viento levanta.
Y levántome, y búscote
Entre las estrellas, como un sabueso.

jueves, 14 de enero de 2016

Me duele la garganta.

El molino teme al viento. A quebrarse.
La sanguijuela en la nuca que no cesa aún estando gorda.
Hay gente en la barca que sólo miran cómo me hundo.
Les hablo en un idioma que me cuesta porque trago agua.
Me responden, pesados, en otro que no entiendo.
Hay algas que se enredan poco a poco en mis tobillos y siento que quedo a merced de las medusas, inerte(s).
El agua se evapora en la garganta, pero sigue el nudo.
Las sábanas pesan.
Y no tengo calor.
Hay una puerta.
Y alguien o algo le ha quitado el pestillo.
Hay puertas que no quiero que estén abiertas.
Quiero quedarme a merced con las medusas.
Quiero diluirme.
No quiero que lo que está detrás de la puerta me hable porque me aterroriza.
No quiero salir de la cama.
No quiero ser.

martes, 5 de enero de 2016

42m

I don't need a body.
I just want to wander among the stars freely.
Just for playing to be one and endless.
I just want to wander among the cosmic dust,
and smell like the emerald hydrogen.

I wish growing up just to collapse time
and dilute all of my essence.
My inner fire bursting and burning as slow
as the genesis of your blue nova.
So aeonic. So timeless.

To collide as a one and as a thousands.
Until the very end. Until the absolute nothing.
To reborn once and infinite times,
in every kind of form and shape.

And rise. And shine.