martes, 25 de diciembre de 2018

En retrospectiva.

     2018 ha sido un año lento. Ha sido un año de recuperación. El poco tiempo que me llevó a estar francamente mal ha tenido como consecuencia todo un año de lenta recuperación. Construir y destruir toman tiempos inversos, y a veces ha llegado a exasperar al ver que en vez de avanzar, he dado pasos hacia atrás. Que los he dado. Y bastantes.

     Me ha faltado saber decir "no" más a menudo. Me ha faltado más poner en práctica lo que me ha dicho Montse. Me ha faltado pararme a hablar mejor. Me ha faltado saber parar. Me ha faltado saber callar. Me ha faltado faltar más. Me ha faltado actuar a tiempo. Y sobretodo me ha faltado dejarme llevar, no analizar mi entorno y analizarme a mí mismo. Me ha faltado no confiar en mí mismo y tomarme las cosas con filosofía. Me ha faltado no sucumbir ante los nervios. Me ha faltado anteponer lo bueno que tengo a lo malo, y anteponerme a mí a los demás.

     En general, el paso de Inglaterra a Glasgow ha sido bueno. Volver a trabajar en una clínica por seis meses y luego encontrar el trabajo en AXA habría podido ayudarme a establecerme mentalmente con todo lo que debería de haber aprendido pero no he hecho el trabajo que debería de haber hecho. No me he puesto en perspectiva y por ende he acabado exponiéndome más de lo que debería.

     Pero no todo ha sido malo.

     Lo malo a sido medianamente malo. Más que fracaso, decepción. O descubrir, quizás de nuevo, que las heridas toman tiempo en curar. Supongo porque quizás llevo teniendo grietas desde hace mucho tiempo que no sabían que estaban en lugares tan firmes.

     Lo bueno ha sido francamente bueno. De hecho han habido muchas cosas que han ido a mejor. El cambio en sí a una ciudad grande. Y a Escocia. Y haber conocido a Lluis y María. A la otra. A Francesca. A Nicholas. El trabajo en la clínica. Que me hayan pillado en AXA. Los estudiantes. Carlos, Anaïs y Mercedes. Marçall. El Paesano. Marina. Susan. La gente de la oficina. Los intercambios de inglés y español. Salir de fiesta con Marimar. Aprender italiano. Ser constante con el gimnasio. Comprarme las cosas que a mí me gusta. Ahorrar. ¡Ir a ver música en directo! Dua Lipa, The Sugarhill Gang, The Killers, Friendly Fires, Franz Ferdinand. El Tchai-Ovna. Ganarle a Martin al ajedrez. ¡Ir a Corea! Leer el Quijote, ser independiente. Poder decidir si quiero y si no quiero. Poder haber sabido decir que "no" cuando he podido. Poder haber dicho que sí. Abrirme el Tinder y haberlo disfrutando. Haberme cerrado el Tinder y haber disfrutado estar a solas conmigo mismo por propia decisión. Haber terminado con rencillas del pasado. Haber borrado a gente que no lo merece. ¡Comenzar una campaña de rol! Descubrir música. Cambiarme de habitación. Poder volver a España. Ponerme a cocinar más y mejor. Sentirme a gusto con los amigos, que, aunque parezca mentira es un gran alivio. Avanzar hacia adelante.

     Y sobretodo darme cuenta de que me he estado agobiando estas últimas semanas mucho conmigo mismo. Que no todo está mal. Que tengo que quererme un poquito más. Que tengo que buscarme un momento para respirar y de querer estar bien. Que no todo es malo y que puedo estar tranquilo si quiero. Que no todo acaba mañana. Que no tengo por qué calentarme la cabeza tanto.

    Y es difícil. Pero mira. Yo creo que ya está bien por 2018. Bastante mal lo he pasado últimamente como para terminar el año mal. Este año a ido a mejor. Lenta y gradualmente. Por fin se están viendo algunos resultados. Vamos a dejar de tocarnos las heridas. Vamos por una vez a apartar la negatividad y a pensar en bien. Vamos a preparar el bálsamo de Fierabrás y que con la mar salada y con un poco de cuidado continuemos avanzando. Despacito. No hay prisas. Con música. Siguiendo la estela que hemos estado marcando estos meses. Sin presiones ni exigencias. Poquitapoco.

   Poquitapoco.




jueves, 29 de noviembre de 2018

Ensueño de media tarde. Epílogo.

En la media tarde de aquel verano tardío las campanas habían cesado de replicar. Ensoñada, Aurora se encontró a sí misma sin poder dirigir su mirada en el muchacho taliano sentado a su vera. Ambos, en aquel banco de piedra a la sombra del convento, sentían el calor seco y polvoriento y el silencio fresco de la brisa que entraba suave por la esquina huyendo del calor sosegado de Septiembre. El tileano se quitaba las lentes y se apartaba la melena, descubriendo con elegancia el perfil renacentista de su rostro.
- Aurora -comenzó él breve disimulando el tiemble de su voz-, parece que no sé con quién debo estar.
Aurora levantando un poco la mirada, encandilada por el acento de su voz le respondió:
- Debeos a quien vos queráis.
- Entiendo, ma, tú sabes que mi gusta la gente como tú, Aurora. Gente con coraje.
- Bueno, allora -comenzó a decir esbozando una sonrisa nerviosa-, que estáis libre daos el placer de picar alguna mujerzuela. La que os plazca.
El taliano se giró hacia ella, galán, mirándola al rostro pálido que se coloraba por momentos. Aurora se tornó a él y observó sus cabellos castaños y su piel aterciopelada. Sus ojos marrones suaves la miraban atento esperando a que continuara hablando porque sabía que Aurora le estaba evitando como otras tantas veces.

Aurora captó el mensaje y por primera vez desde recuerda, decidió dar un paso más allá. La mente de Aurora se convirtió en una vorágine de palabras y frases, en un tornado de ideas y emociones que empezaban a agitarse al compás de lo que latía como un caballo salvaje dentro de su pecho. Aurora, ante la suave mirada del muchacho se abría paso entre todas las posibles maneras de continuar la conversación; una conversación en la que ella misma se había puesto en jaque y en la que cualquier movimiento iba a ser a la desesperada. A cada segundo, cada frase que formaba se derrumbaba en otra más barroca y complicada que pretendía exaltar de manera discreta todo lo que ella sentía por él, en un silencio breve que parecía durar una eternidad. Abrió la boca levemente temblorosa y forzada por la circunstancia, e inspiró antes de pronunciar la más simple frase que podía habérsele ocurrido. Sin modismos. Sincera:
- Podríamos intentarlo... tú y yo.
Silencio. Los ojos del muchacho leyeron tres veces el mensaje que la rivesa había dicho, y la brisa del verano infló su pecho y y al salírsele arqueó las cejas delgadas:
- Estaba deseando que dijeras questo.
Los ojos de Aurora se sorprendieron ante ver que aquella posibilidad que tanteaba desde hace tiempo se había hecho realidad. De manera súbita se le paró la respiración y las mejillas le ardían. La frontera de todo lo que era real y todo lo que había soñado en secreto tras las celosías habían convergido en esa sonrisa que estaba ante ella. Real. Como el calor de su sangre. Aurora ahora buscaba otra respuesta agradable y comedida, pero tiró su tablero al aire y movió su propia ficha:
- No sabes cuánto.
Y sus labios descubrieron la cálida boca del joven y el tacto de su rostro y el mundo ahora pasó a ser un sueño.

domingo, 18 de noviembre de 2018

En la orilla que no suena vuelan
Las olas infinitas que no mojan, pero que sí llegan.
Y tú descalzo notas entumecido la violencia
O la mesura de la espuma que ni perdona ni espera.

Anclado en la orilla y libre a errar en la arena,
A veces calientes y a veces templadas las venas
Toca esperar a la resaca como otro día más
A veces con ganas y a veces sin que valga la pena.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Siento que lo sé y no lo digo.
Lo digo y no sé lo que pienso.
Pero pienso que sé qué digo,
Y lo que digo, no lo siento.

viernes, 29 de junio de 2018

Estoy en calzoncillos
esperando al amarillo
y no me quejo
de ver mi reflejo en el espejo.

Busco un tinte azul cielo
en el calor que huele entrando añejo
mientras sangro salmorejo viejo.

Eh, jo-jo-jódeme el jolgorio que me trajo
la vieja guardia o te rajo aquí a destajo.
Bésame los hombros con tu perfidia.
Yo no tengo cláusulas.
Me tragué las cápsulas,
y he perdido la memoria.
El mañana es historia.
Vámonos sin penas y con glorias,
Que me falta el aire y no aguanto
las tonterías que llevo tanto trabajando
como una mula tonta.



sábado, 23 de junio de 2018

Por favor.

Te hecho de menos.
Me cueste o no reconocerlo y sigo sin saber por qué
aunque en el fondo creo saber por qué reniego.
Te hecho de menos.
Tu figura en el sofá, tumbada y casi desnuda
en las tardes de verano. Con la piel en los pies tan dura,
y las arrugas de tu pulgar e índice con las que jugaba.
Hecho de menos la primera vez que tú y mamá
nos dejasteis quedarnos hasta tarde con un silencio
cómplice de ternura a cambio de una cena llevada.
Hecho de menos verte aunque a veces fuera raro
y lo peor es que el raro era yo porque no te ubicaba
y creo que tú tampoco te ubicabas.
Y no era culpa de nadie.
Y sin embargo ya, nada.

A veces te sueño, y ojalá poder soñarte más.
Ojalá soñarte en las navidades frías con olores
a pino y humedades,
con piñones molidos
y en las noches de carnavales.
Con Álvaro, de mayores, y de más chavales.
Ojalá poder abrazarte después de casi diez años.
Y sí, sigo siendo un friki, papá.
Estoy más mayor siendo el mismo. Quiero que me veas, y quiero verte.
Aún no me has cambiado nada en la memoria y sigues
estando igual de mellado, e igual de alegre.
Con las manos detrás de tu cabeza que de pequeño no me gustaban
Pero que ahora a veces me sorprendo imitándote.
Y por favor, no me cambies en la memoria y acércate
en los sueños. Acércate porque quiero que fumes y que me oigas quejarme.
Verte caliente y no frío. Verte caliente y abrazarte.
Sólo por una vez.
Que me quedé con ganas,
por favor.
Verte caliente y abrazarte.

domingo, 10 de junio de 2018

Conjugarse en la noche.

Me queda en el alma
querer acabar en tu boca.
Esta noche me falta el aire,
ganas en los pulmones me sobran pocas.

No hay lucero más brillante que tu Luna.
Quiero ser nube ardiente y estrella para llegarte
en tu viento de verano y bañarme
en tus primeras luces del alba,
y terminar en tu estanque
rodeado de luciérnagas y calma.

Y sumergirme.

En ti y contigo.

Encontrarte y encontrarme. Encontrarnos.
Y redimirme, exaltarme y exaltarte,
y pecarme y pecarte y pecarnos.
Y hacer de todo esto un eterno instante.
Y que toda la poesía barata y procesada
cobre vida y sea música muda pura.
Y conjugarnos, y cuidarnos y besarnos.





sábado, 9 de junio de 2018

Sueño

He soñado que ha habido un evento mundial catastrófico. Se ha acabado el Internet. Ni electricidad. Pero sobre todo Internet. No hay más Internet. Se acabó.

La sociedad ha avanzado y se ha adaptado, involucionando. Llegamos mi familia y yo a este pueblo británico, con pequeños campos de césped cercano a la playa y de buena temperatura. Debería de ser verano. Los edificios fueron abandonados en su día y ahora han vuelto a ser ocupados por las muchedumbres que han sobrevivido a este evento. Mi padre, mi madre, mi hermano y yo conseguimos llegar días antes a un piso de uno de los edificios ocupados, posiblemente un tercero. Habría pasado un día o menos desde que llegamos y mi madre estaba con mi hermano en el salón preparando un juego de mesa para jugar en familia. El parchís, o algún juego de mesa clásico y simplón. Era curioso. A pesar de estar en una distopía cercana, la sociedad había retrocedido con la tecnología. No sólo teníamos que haber prescindido de todo lo tecnológico, sino que lo que antes hacían nuestros abuelos o bisabuelos, ahora lo hacíamos nosotros. El hablar, reunirse en familia, salir al parque o a la plaza donde se congregaba medio pueblo.

Mi padre estaba en la cocina de espaldas a mí. No nos hablábamos y él ordenaba el frigorífico y yo rebuscaba entre los cajones algo que habían dejado los inquilinos anteriores. Mi familia y yo acabábamos de llegar al pueblo con intenciones hostiles. De sobrevivir, de encerrarnos y defender nuestra nueva guarida en este futuro tan voluble. Y para nuestra sorpresa, el futuro ahí afuera era más pacífico y cálido de lo que nos imaginábamos. Las mujeres iban en manadas, protegiéndose y cuidándose las unas a las otras cuando salían de noche a comprar, aprovechando para volver bajo el sol de la madrugada de verano. Los jóvenes se reunían temprano en la mañana, vistiendo de antiguo y formando jolgorio los unos con los otros. Sin Internet se usaba la palabra como medio de comunicación cara a cara. Como en un patio de recreo, se formaban grupos y se diluían con la misma rapidez. Las masas se movían de aquí a allá, de sentarse en los bancos a buscar el puesto más cercano donde comprar frutos secos. Traían algún que otro instrumento o pelota y se pasaban el balón o las horas rasgando notas y entonando canciones. Todo esto lo veía desde la ventana sin cristales de nuestro nuevo piso y la verdad es que, tenía ganas de bajar.

Para terminar, antes de llegar al pueblo, recuerdo estar en Cádiz antes del evento, y yo y mi hermano nos encontramos a Maca. La saludé al verla por la calle y ella dudó en devolverme el saludo o hacerme caso omiso. Al final insistí y ella se acercó a saludar. Mi hermano parecía no gustarle nada estar en compañía suya y se mostró callado y austero en las conversaciones. Acabamos los tres en la azotea de mi edificio de pisos comunitarios en Cádiz, hablando de cómo nos iba en la vida y de lo mucho o poco que habían cambiado las cosas, sin saber luego que el Internet se iba a acabar por completo.

miércoles, 6 de junio de 2018

Cielo dorado
pavimento mojado
las nubes se levantan
iluso el bufón no hay perdón
aún el todo es temprano e inconcluso

A tientas tantas cantan
con trompetas pistas lisas
de lo que viene por delante
torcido el semblante me quedo difuso
en la mente, pero tente tú y tente tú cabrón
escucha Sancho que pa' estos no hay perdón.

lunes, 28 de mayo de 2018

El Sol de ocho puntas.

Tengo la cara caliente.
El olor del Sol lo barniza poco a poco dejando a la vista
las marcas de la edad que hacen que mi cara se vea más fea cuando hago muescas.
Tengo la cara caliente.
Hay Sol hasta bien entrada la noche y eso dispara en mí una marea de energía
que hace se reluzcan más mis miedos y se reduzcan más las sombras que las ocultan.
Tengo la cara caliente.
Echo de menos el verano de allí y veo a lo lejos el sabor del mar y sin embargo,
la vista se me queda corta, en las colinas hediondas de cobardía que me rodean.
Tengo la cara caliente.
No quiero quedarme en casa porque desperdiciar los días como éstos es pecado,
pero tampoco puedo dejar pasar la oportunidad de seguir siendo el mismo impulsivo de siempre.
Tengo la cara caliente.
Me prometo que voy a cambiar.
Tengo que ponerte un nombre y separarte de mí.
Te tengo pillada la forma y sin embargo eres como un iceberg, hijo de puta.
No me gustas que seas tan repentino, bobalicón y miserable.
No me gusta esa serpentada que tienes por barriga.
Que pretendes ir de sabelotodo y te ven venir a siete kilómetros.
No hace falta que seas tan tarugo cuando te han, y te hemos dicho lo que hay que hacer.
Eres un imbécil cobarde.
Y ciego. Ciego sin saber, y a sabiendas.


Tengo la cara caliente.
El Lorenzo me ha dejado la cara agradable y hoy va a oscurecer más tarde.
Quiero perderme en una terraza, pintarme de amarillo la garganta y callarme un buen rato.
O reír.

martes, 8 de mayo de 2018

Galatea.

    Eduardo abre los ojos. Está en su habitación pero hay algo raro en el ambiente. Las sábanas cubren su vista afinándose en el techo. El candelabro de madera cuelga en el centro de la habitación y puede verlo asomar entre las sábanas. Oye a varios pájaros trinar a través de la ventana abierta. Deben de ser las once de la mañana, cerca del mediodía. Hace calor, pero no lo suficiente, y eso le inquieta. Debería de estar sudando, y ahora que recuerda, debería de haberse levantado horas antes a encontrarse con el conde de Castañeda. Intenta agobiarse tras esta súbita cascada de pensamientos que salen a flote pero, está tranquilo. Está muy cómodo. Siente que está en una nube.

    Siente que  hay alguien más, que acaba de aparecer a su lado en cuanto gira la cabeza. Entre las sábanas está el busto de Galatea. Galatea se yergue un poco y mira a Eduardo con esos ojos negros y el pelo lacio y oscuro. Los labios rosados y un tanto carnosos tintan su piel clara delimitada por pómulos delicados y femeninos en una mirada de mujer serena y dulce. Ella está callada.

    Galatea.

   Eduardo intenta musitar pero ella le pasa la mano por la frente. Él, tan pronto como su mano se posa sobre su rostro se da cuenta que está en un sueño. Uno anhelado, pero del que nunca supo que quiso. Un sueño latente en su subconsciente que ahora daba sentido a tantos lamentos nocturnos. Siente correr la sangre como caballos desbocados sobre su cuerpo y su pecho se enciende como brasas al ser insufladas por un viento divino. Con un viento de verano. Galatea. Su musa. Lo impensable e increíble, lo infinitamente perfecto, presente en cuerpo y alma a dos palmos de distancia observándole. Con una voz etérea la mujer venida de otro lugar muy lejano responde antes de que Eduardo pueda abrir la boca. No te preocupes. No estaré mucho tiempo. Vengo a mirarte a escondidas de los ojos del Mundo. He rogado a Morfeo poder ver de cerca al hombre que me mira como a una estrella y Morfeo me ha sonreído. Galatea calla y observa las facciones de Eduardo mientras este se derrite bajo un sinfín de emociones del que no quiere enfriarse.

    Eduardo consigue erguirse y Galatea posa hermosa y perfecta a su izquierda dejando entrever más allá del busto, de una piel tersa y fina. De curvas cálidas y de una generosidad armoniosa. Venida de las estrellas y engrendrada del más puro mármol. Esencia celestial recogida y tejida en un tapiz vivo capaz de transformar montañas. Las líneas invisibles delimitan una hermosura embriagadora e infinita y Eduardo pierde la voz ante la mirada profunda que contesta a la espiral de sensaciones que ebullen desde su mente hasta su boca. Sí. Contesta Galatea. Vengo a verte a ti. No me está permitido andar en los sueños de los hombres, pero quiero correr el riesgo contigo. Este sueño será secreto entre tú y yo porque ando en terrenos prohibidos para mí. Y nadie más en el Olimpo sabrá de él.

    Galatea vuelve a erguirse desvelando su desnudez áurea, descubriendo su naturaleza divina, culmen de todo lo bello que jamás ha visto y verá en su vida; esclavo fervoroso ahora y por siempre. Y con la más pura de las sonrisas cubre con la sábana a Eduardo suscitando su alma trémula a la vorágine vertiginosa del éxtasis blanco y cegador. Eduardo despierta sudoroso del sueño y oye a las cigarras chirriar por la ventana. Tiene las sábanas empapadas y sabe que va a llegar tarde a ver al conde.

sábado, 5 de mayo de 2018

Maga

Maga se levanta y se arregla la mantilla púrpura con bordados dorados que lleva sobre los hombros. Se arregla la melena y levanta los brazos e inclina la cabeza, manteniendo los ojos bien abiertos, delineados.

Después de pedir silencio, éste se hace. Maga lo sabe. El grupo espera a que levante las cartas que tiene repartidas sobre el tapete. Pronto el silencio deja paso al crujir de las ramitas en el fuego cálido de la noche. Levanta un naipe y se desvela una figura colgada de un tobillo. Mira al mediano.

"Ahora lo incierto te toca a ti"

jueves, 8 de marzo de 2018

Glasgow

Y es que en estas tres semanas han pasado más cosas que en todo el año que he estado solo en Grimsby. Y bien. Estoy más relajado con el trabajo. Mucho más de lo que estaba en Grimsby. Mis jefes, aún me tengo que hacer a ellos pero por ahora bien.

Estoy moviéndome, y por ahora eso lo llevo bien cumplido. Hoy a sido de los pocos días que he decidido quedarme en casa porque estoy cansado. Y la verdad es que mañana habrá más y mejor.

Ya que ahora no paso tanto tiempo delante del ordenador, voy a intentar escribir más. Poesía, prosa o lo que me salga. Inspirarme. Breve, pero sincero.

Tengo ganas de conocer gente, de no parar, de disfrutar más la calle (cuando tenga dinero).

Tengo ganas de vivir.

jueves, 15 de febrero de 2018

Fin de Inglaterra

Se acabó Grimsby. Por fin. Se fueron todos los males que aquí restan, que los mío por desgracia todavía los llevo conmigo. Acabo de empaquetar toda la casa y las tres habitaciones ahora están vacías. Sin vida. Sólo la mía. Lo que debería de ser una buena noticia resulta no serlo. Y me jode. Debería estar contento, ser positivo ante la vuelta a Escocia. Y no me quejo. Para mí es un regalo caído del cielo. Algo que tiene que salir bien, porque me han dado otra oportunidad. Y sin embargo lo que nubla mi mente no es la brillante Escocia sino la amargura de saber que otra vez se ha repetido la voluntad del azar ante la mía. No es que no quisiera irme de aquí. Quiero. Pero no de esta manera, a caraperro. Quisiera haberme ido porque me hubiera cansado del hospital. Con la cabeza alta, habiendo aprendido cosas de valor y habiendo conocido a gente. Y me he marchado con la cabeza entumecida y más marcada. Apenas han habido luces brillantes durante este paso y el trabajo ha traído lo que nunca me esperé que fuese a traerme. Obligado a irme del hospital y ahora del pueblo. Obligado por supervivencia y por necesidad respectivamente, pero obligado. La vida no es lo que uno quiere sino lo que buenamente se pueda dentro de las circunstancias. Y es una mierda cuando ves a otros con situaciones más fáciles. No es envidia. O reproche. Es una admiración llana. Ojalá me diera un golpe de suerte estable y que con lo que sé, sepa mantenerme, como aquélla o aquél. No verme otra vez en la carretera, en un piso compartido con cosas que no son mías en una ciudad que me queda demasiado grande y extraña. Es Glasgow. Y no Edimburgo. Pero al menos estoy cerca.

Lo peor es que está volviendo ese vacío que se hace notar tanto, tan voluminoso que empieza desde debajo de la nuca y empieza a expanderse hasta las orejas. Siento que hay algo que no encaja. Siempre. Como ese segundo que suena descompasado a cada minuto en el mismo momento. Casi imperceptible, pero que cuando le prestas atención el sonido crece y crece y lo rodea todo. Hasta que decides apartarlo de tu vista y sólo, de vez en cuando, vuelves a percatarte de que sigue ahí.

He vivido solo en el piso pero me siento solo. Sé que si vuelvo a Cádiz la situación va a ser la misma. Por muy en casa que esté, la sensación de seguridad va a ser fugaz. Sigo sin encotnrar mi sitio y quiero esta vez no sentirme así en Glasgow. Es, más que el mismo trabajo, lo que más quiero de cara a este futuro tan inminente.

Eso, y tocar la guitarra y ponerme hecho un torete.

Debería retomar el blog, y soltar a modo de catarsis lo que siento y lo que pienso. Me dejo muchas cosas en el tintero, como lo de que no termino de ser un mejor yo. O el yo que a mí me gustaría ser.

Pero creo que es suficiente por hoy. Necesito descansar y volver a escribir. Y publicar cosas más bonitas. Escribir ese intento de poesía barata que a veces me inspira y cosas de rol o sueños, o vivencias positivas, pero escribir.