Con lo grande que debe de ser y lo que tiene que pesar. Hijo, no te asomes al tejado y aléjate de la buhardilla. Que lo que descansa sobre las tejas escapa a tu imaginación. Y aunque no haga ruido alguno, murmura con las estrellas buscando volver de la dimensión de la que se perdió.
Por favor, no salgas. No te asomes. Tápate y piensa en cosas bonitas.
Por el amor de Cristo, hijo mío, déjale estar hasta que se vaya. No le molestes.
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