viernes, 19 de agosto de 2011

Las Cabezas y los Reyes Dragón.

Recuerdo que me llevaban hacia un peñasco. Me invitaron a entrar en un bote pequeño pero bien decorado en una cala bastante diminuta. El cielo encapontado homogéneamente resultó ser gris, pero ni humedad ni viento alguno se tornó molesto. No conseguí ver a mis acompañantes, y el peñasco, foco de mi atención, al que nos dirijíamos estaba bastante cerca de la cala.

Aún así sabía que estaba en un lugar especial, norteño quizás, o mejor dicho, no era un lugar del mediterráneo. Era un lugar secreto y mágico. Ancestral y olvidado.

Las sosegadas aguas reflejaban el cielo mientras la barca difuminaba su tranquilidad. Al llegar al peñasco, sólo había un sendero bastante amplio, como si ese camino lo hubieran cortado y pegado desde otro punto del mapa. El sendero estaba recubierto de hojas rojas, naranjas y marrones de tonos otoñales y algunas rocas de un gris oscuro betadas con hilos blancos y pálidos líquenes verdosos. Los árboles, todos ya entrados en el otoño se alzaban orgullosos dibujando el cielo del peñasco. A medida que ascendía, aparecieron al momento edificios de piedra bastante amplios para un lugar tan pequeño como era la isleta. De hecho no había mucha distancia desde la orilla hasta que vi el primer edificio.

La piedra gris clara estaba humedecida y algo sucia por el agua, el viento y el tiempo, pero se mantenía hermosa. Las esquinas de los demás edificios y del primero, a medida que avanzábamos, eran similares en cuanto a arquitectura. Techos picudos altos, ventanales amplios, esquinas decoradas con esmero, y en los bordes frontales y posteriores del tejado, pequeñas astas.

Y varios dragones verdes decorativos.

Ante nuestros pasos hallamos unas escaleras que facilitaban un bache en la tierra. Las losas de los escalones eran blancas pero gastadas. Los pasamanos, grises, como el de los edificios. Las columnas de los pasamanos, dragones verdes. Muchos. Retorcidos pero esbeltos, de diferentes tamaños, pegados unos a otros, dejando pocos recovecos. Eran de piedra verde, nada gastados pero algo humedecidos. La verdad es que en cierto modo me gustaba el lugar. Aunque fuera algo inusual.

La escalera ahora en vez de ascender tres pasos, se precipitó a una plaza natural redonda algo hundida, por lo que habría al menos quince o veinte escalones. Lo que rodeaba a esta plazoleta era terreno: rocas y montículos de tierra y algunos edificios pequeños. pero lo que era el suelo era totalmente liso, y menos cubierto de hojas donde la tierra poco batida era visible.

Eso sí, lo sobrecogedor era lo que había en la plaza. Una estructura de una sóla pieza enorme de ¿piedra? No sé con certeza si era piedra, pero era verde oscura, muy oscura. Sé que era verde porque el tiempo hizo que los bordes se decolorasen en un verde claro. La explicaré por partes, porque es algo dificil de entender.

Había una columna central al que se subía por una escalera de una persona de ancho que le llevaba arrriba que empezaba a nuestros pies.

Una de mis acompañantes, una rubia menuda, más joven que yo me dijo que subiese y tomade mi trono. Subí por la escalera y llegué a lo alto de la columna.

En la columna había grabado varios círculos concéntricos y en el centro un agujero del tamaño de un punto. Era el lugar donde tenían que poner el Trono (es un poco triste). El caso que ése no era mi sitio. Mi sitio se hallaba cerca. De esta columna central surgían tres muros cuya altura de la misma que la de la columna y tan anchos como un hombre, que hacían de pasarelas a tres tronos. Las pasarelas o muros que surgían de la columna central estaban dispuestas a la misma distancia una de otra de tal forma que a los extremos de estas pasarelas-muros podía dibujarse un triángulo equilátero exacto, aunque surjan todas del centro, espero que haya quedado claro. Como una hélice de avión de tres aspas o un molino de viento si lo observamos desde arriba. Aunque estas pasarelas no eran muy largas.

Al final de las pasarelas había una columna para cara una de ella, como la central, menos gruesa, pero un poco más alta que las murallas y la columna central. de hecho tenía tres pequeños escalones para elevarse de esta estructura, que casi ocupaba toda la plaza.

Y en lo alto de estas nuevas columnas,tres incómodos tronos de piedra verde oscura idénticos en cada una.

La rubia menuda me indicó que tomara asiento en el trono de la derecha, que era el que me correspondía, el suyo el de la izquierda, dejando el posterior vacante.

Una vez me senté en el frío verde oscuro monotono, la muchacha se acercó por el muro pasarela y se posó en mi mismo lugar, no había otro sitio. La chica, más joven que yo no era una belleza, pero tampoco un adefesio. Era una chica normal y corriente, aunque sobresalía de la media. Sus cabellos dorados suavemente ondulados se dejaban caer hasta la altura de sus hombros, tapados porun vestido rosado con bordes de oro vibrante. Sus labios rosados sobre la blanca piel y la azul y fresca mirada gesticularon, y sus manos avanzaron a tocarme. Pero me miraba con tal intensidad y asombro que me trataba como si fuera alguien especial. De hecho la forma en que me trataba era la de la única chica con la suficiente picardía como de lugarse en algún lugar y robar el tesoro más preciado.

- Únete. Únete a mí. Vente conmigo. Shhhh. Aquí, tú y yo seremos los que gobernaremos el mundo y el universo. Seremos dos de las tres Cabezas. Las cabezas del Dragón - Puso una mano en mi pecho y otra en mi muslo mientras acercaba su cuerpo al mío-. Tú y yo. Serás mi Rey y yo tu Reina. Nadie más lo sabrá. Reinaré para tí y tú para mí. Eres alguien muy especial. Este Trono te pertenece, es tuyo, y yo estaré esperándote en aquél otro -señaló el suyo-. Cuando sea el momento vendrás a este lugar, y las otras dos Cabezas y el Corazón estarán ocupados, esperando tu regreso. Seremos todos uno. Seremos el Dragón Verde. Lo despertaremos, seremos él y él será nosotros. Lo tendremos todo.

Sus ojos no dejaban de explorarme, y una de sus manos me acarició la mejilla. La otra la mantenía cerca de mi entrepierna. Esa inocencia que desprendía escondía algo que desconocía. Pero igualmente estaba engatusado y expectante a sus palabras y actos. Miró mis labios, y yo los suyos. Dibujó una sonrisa enigmática. Se volvió y señaló a un joven rubio al pie de las escaleras.

- Ese de ahí es mi hermano. Él tomará el Trono Corazón. El del centro. El que va a ser construido. Él será nuestra voz, nuestro representante, pero será la voz más débil. Seremos las Tres Cabezas las que decidamos junto con él, pero nuestras palabras regirán sus actos. Aunque tendrá alguna que otra libertad. Pero no tantas como tú y yo, mi amor. Shhh...

El joven tenía la mirada cerrada y aguardaba paciente cabizbajo, con una mano en el pomo de su espada encintada y envainada en su cintura. De media melena rubia, más clara y corta que su hermana, vestía ropajes oscuros cintas de cuero rojas, y adornos marrones. Era algo más mayor que su hermana, quizás de mi edad. Aguardaba, ya que no era el momento, parecía relajado y algo confiado.

Su hermana volvió a mí, y siguió mirándome. Al rato, unió sus labios a mi otra mejilla y me dió un suave y cálido beso. Se levantó de mi futuro Trono y con muya ligereza y belleza salió a tomar su Trono.

Cuando llegó al suyo, se sentó y apoyó su mentón en su mano, doblando su figura y me miró confiada, con una sonrisa desafiante, pero nada hostil:
- Cuando sea el momento nos volveremos a ver. Él tomará el Trono Corazón. Te estaré esperando, tuya. Él tomará el Trono Corazón.


Tras de eso, creí ver a su hermano levantar la cabeza e incluso dar algún paso a través de las escaleras. No estoy seguro.

Luego pasó a otro sueño totalmente distino, que transcurría en mi antiguo colegio, no tan interesante como éste.

Sinceramente, la experciencia me encantó, me sorprendió demasía. Desde hará un par de noches, quiero volver a repetir el sueño, ver esos ojos azules, los dragones, y los cuatros Tronos para tomar el mío propio y ver a la chica, su hermano y la Tercera Cabeza, los cuatro sentados  y sumidos en trance.

Me encantaría saber más sobre esto. De los mejores sueños que he tenido.

Os lo aseguro.