jueves, 27 de diciembre de 2012


Despierto.


La Luna creciente se encuentra a un lado del carril en el que me encuentro. A mi izquierda una pradera muerta por el frío invernal que se pierde entre las luces del alumbrado de la civilización en el infinito. A mi derecha una boscosidad más oscura que la propia noche, débilmente azulada por la Luna.

Me hallo en medio de un carril de la nada y despierto.

Algo me llama. Algo dentro de mí quiere encontrarse con lo desconocido, con lo mágico, con lo prohibido.
Algo dentro de mí me llama a perderme por lugares extraños. Lugares solitarios, en comunión con la naturaleza y los seres de este y otros planos. Hadas, brujas y meigas. Gigantes, búhos, faunos, árboles parlantes y cualquier rareza animada.

No sé cómo explicar éso que te sale que te dice que dejes todo y que vayas al bosque a vivir. Sólo.

Hace varios años me dije de hacer el Camino de Santiago yo sólo. Y sigue pareciéndome una idea fabulosa. Pero me gustaría llegar a más.

Me gustaría ser parte de la ficción y de la fantasía que el ojo civilizado y cerrado no tamiza.

Me gustaría que ésa llamada fuera tan fuerte en mí que me arrastre a élla.

Entonces vuelvo a dormir.


Un coche se avecina en lo alto de la carretera y me aparto para que no me coja. Voy a casa de mis abuelos a dormir, que ya es pasada la medianoche.



PD:
que te regalen Hellboy es lo que tiene.

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