Silencio.
Después de la exaltación final, silencio.
Después del tormento, silencio.
Después de la ardiente súplica, silencio.
Silenciosas las nubes, ahora naranjas tras la ventana.
Silenciosa la calle y la almohada.
Silenciosa la carne que aún respira trémula y cansada.
Silenciosa la memoria dulce que momentos ahora hilvana.
Un gato maúlla quejoso
Una mirada encontrada.
Unas manos que nerviosas tapan las bocas antes abiertas
y unas piernas que antes abiertas y aviesas se cierran en garza
ante la presa ahora mansa.
El calor de los cuerpos perlados con rocío propio
se une y se mezcla creando una fragancia única,
justo para el deleite de los callados que ahora se miran, confesos
de los más carnales pecados.
Y un beso entre manos de mirada sostenida.
Y un beso antes de la sonrisa bajo el silencio.
Y un beso confeso, también travieso,
Espeso pero sin exceso, bien medido y grueso
En el silencio maeso.
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