domingo, 2 de julio de 2017

Aurora de Nedea y Eduardo Daponte al alba.



Silencio.
Después de la exaltación final, silencio.
Después del tormento, silencio.
Después de la ardiente súplica, silencio.

Silenciosas las nubes, ahora naranjas tras la ventana.
Silenciosa la calle y la almohada.
Silenciosa la carne que aún respira trémula y cansada.
Silenciosa la memoria dulce que momentos ahora hilvana.

Un gato maúlla quejoso
Una mirada encontrada. 
Unas manos que nerviosas tapan las bocas antes abiertas
y unas piernas que antes abiertas y aviesas se cierran en garza
ante la presa ahora mansa.

El calor de los cuerpos perlados con rocío propio
se une y se mezcla creando una fragancia única,
justo para el deleite  de los callados que ahora se miran, confesos
de los más carnales pecados.

Y un beso entre manos de mirada sostenida.
Y un beso antes de la sonrisa bajo el silencio.
Y un beso confeso, también travieso,
Espeso pero sin exceso, bien medido y grueso
En el silencio maeso.

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