jueves, 15 de febrero de 2018

Fin de Inglaterra

Se acabó Grimsby. Por fin. Se fueron todos los males que aquí restan, que los mío por desgracia todavía los llevo conmigo. Acabo de empaquetar toda la casa y las tres habitaciones ahora están vacías. Sin vida. Sólo la mía. Lo que debería de ser una buena noticia resulta no serlo. Y me jode. Debería estar contento, ser positivo ante la vuelta a Escocia. Y no me quejo. Para mí es un regalo caído del cielo. Algo que tiene que salir bien, porque me han dado otra oportunidad. Y sin embargo lo que nubla mi mente no es la brillante Escocia sino la amargura de saber que otra vez se ha repetido la voluntad del azar ante la mía. No es que no quisiera irme de aquí. Quiero. Pero no de esta manera, a caraperro. Quisiera haberme ido porque me hubiera cansado del hospital. Con la cabeza alta, habiendo aprendido cosas de valor y habiendo conocido a gente. Y me he marchado con la cabeza entumecida y más marcada. Apenas han habido luces brillantes durante este paso y el trabajo ha traído lo que nunca me esperé que fuese a traerme. Obligado a irme del hospital y ahora del pueblo. Obligado por supervivencia y por necesidad respectivamente, pero obligado. La vida no es lo que uno quiere sino lo que buenamente se pueda dentro de las circunstancias. Y es una mierda cuando ves a otros con situaciones más fáciles. No es envidia. O reproche. Es una admiración llana. Ojalá me diera un golpe de suerte estable y que con lo que sé, sepa mantenerme, como aquélla o aquél. No verme otra vez en la carretera, en un piso compartido con cosas que no son mías en una ciudad que me queda demasiado grande y extraña. Es Glasgow. Y no Edimburgo. Pero al menos estoy cerca.

Lo peor es que está volviendo ese vacío que se hace notar tanto, tan voluminoso que empieza desde debajo de la nuca y empieza a expanderse hasta las orejas. Siento que hay algo que no encaja. Siempre. Como ese segundo que suena descompasado a cada minuto en el mismo momento. Casi imperceptible, pero que cuando le prestas atención el sonido crece y crece y lo rodea todo. Hasta que decides apartarlo de tu vista y sólo, de vez en cuando, vuelves a percatarte de que sigue ahí.

He vivido solo en el piso pero me siento solo. Sé que si vuelvo a Cádiz la situación va a ser la misma. Por muy en casa que esté, la sensación de seguridad va a ser fugaz. Sigo sin encotnrar mi sitio y quiero esta vez no sentirme así en Glasgow. Es, más que el mismo trabajo, lo que más quiero de cara a este futuro tan inminente.

Eso, y tocar la guitarra y ponerme hecho un torete.

Debería retomar el blog, y soltar a modo de catarsis lo que siento y lo que pienso. Me dejo muchas cosas en el tintero, como lo de que no termino de ser un mejor yo. O el yo que a mí me gustaría ser.

Pero creo que es suficiente por hoy. Necesito descansar y volver a escribir. Y publicar cosas más bonitas. Escribir ese intento de poesía barata que a veces me inspira y cosas de rol o sueños, o vivencias positivas, pero escribir.



2 comentarios:

  1. No me queda claro si vuelves a Cádiz o qué ha pasado, pero pareces triste y de verdad que lo siento.
    No sé siquiera si te acuerdas de mí, pero bueno, si necesitas hablar o lo que sea, tienes mi blog para contactarme o mi móvil.
    Espero de verdad que todo vaya a mejor.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dea, claro que me acuerdo de ti, niña. ¿Sigues en Skype? Sigo en Twitter! Siento no haberme dado cuenta de este comentario antes.

      Ahora estoy en Glasgow pero durante seis meses porque esa es la longitud de mi contrato. ¡Luego a saber!

      ¿Y tú?

      Eliminar