Se dice que puede
despertar en cualquier lugar oscuro donde yace alguien dormido. Y es irónico
que lo que despierte sea un terror más profundo que el mismo sueño. Es algo que
ha acompañado a la raza humana desde el inicio de los tiempos. Hay quienes
dicen que hay tantas como personas haya, pero yo creo que sólo hay una en
muchas partes al mismo tiempo. Esta vez ha despertado en este poblado granjero
y humilde, y no va a parar hasta que acabe con todas y cada una de nuestras
almas. Pero tan pronto como acabe puede aparecer en tu tierra, o en la tierra
donde naciste. O en la capital. Ayer, hoy o mañana.
El Rey del Heno
es una pesadilla. Es todo lo peor que pueda pasar y que pasará. Encarnado en un
horror andante lento y torpe pero fugaz como el silencio. Es la muerte, y el
propio miedo a la muerte. El terror a lo desconocido en sí y en todas sus
formas. Puede tomar la forma de lo que tú más temas, como una araña o un hombre
lobo o el propio Diablo. Mucha de las veces toma la forma de un espantapájaros grotesco,
encorvado y deforme, o estirado y vacío con brazos largos y dedos retorcidos.
Con una voz que susurra peste, pero una voz muda y chillona al mismo tiempo. Su
nombre viene de su mal. En las tierras del Señor Jesucristo de los Reinos de
Castilla, aquí, en los prados rurales, toma la forma de quien guarda lo que
alimenta a los animales, de lo que alimentamos nosotros al miedo. Del guardián
y rey, virrey o tres veces rey.
Del miedo y el
horror en su más pura forma. De la misma envidia que es, que se alimenta de lo
que no tiene, el ser. Y que eso es lo que aún más anhela con profundo terror
enfermizo. Por eso toma la forma de un espantapájaros. Porque es a todo lo que
puede llegar a ser. Porque si hay algo irreal que él no posea y sea es ser
cruel. Porque no hay nada más humano y más real que la crueldad. Y por eso el
Rey del Heno se mueve entre nosotros, los vivos. Alimentándose con la crueldad
que supuramos, y aterrándonos nos ceba con odio e ira y crueldad. El Rey del
Heno quiere ser real. Quiere caminar entre nosotros como un igual.
Por eso os ruego
mi señor de Saavedra, Duque de Medina y Grande de España que haga pertinente la
noticia a sus Majestades, al Santo Papa del Vaticano, a la Católica
Inquisición, y a todas las cortes celestiales y ángeles. Que en el poblado de
Santonés de la Ría ha despertado la más negras de las pesadillas. Que no
descansará hasta coronarse más profundo que el mismísimo Diablo. Que el Rey del
Heno viene. Y clama. Y yo clamaré que, aunque me quemen, que ya les avisé a
vuestras mercedes e ignorado seré. Que, aunque muera quemado por blasfemia o
herejía, moriré con el alma serena y lista para ser acogido en el Reino de Dios
como buen cristiano. Que el Rey del Heno camina desde la noche para alimentarse
y arrancarnos el alma de la forma más abominable que podamos imaginar. Con sus ojos
vacíos y su boca tan negra y deforme y profunda como el abismo. Coronado Rey,
virrey o tres veces Rey.
A la fe de Dios y
de Vuestras Mercedes,
Ernesto De Jimena
y Torres.
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