viernes, 8 de diciembre de 2017

La gran pérdida.

He llegado a uno de los puntos más oscuros de mi estancia en Reino Unido. Y nunca pensé que llegaría. Me he visto acorralado y muy solo. Con gente con quien comentar, pero no con quien confesar.

Y es que me siento terriblemente minúsculo. A pesar de que lo peor ha pasado. Siento que no sé nada, y que todos saben más que yo. Lo que me ha inflado ha sido la psicóloga y que haya venido mi madre. Porque es que te lo juro que me estaba hundiendo. Pero en lo más bajo.

He esquivado el peligro. No lo he afrentado pero porque no estoy preparado. No ahora. No sólo. Soy realista, no era algo que podía ganar. Pero me sabe a traición hacia mí mismo que tuviera que dejarlo. Porque o era eso o me perdía en esa escalera resbaladiza de tan cortos escalones. Ahora veo que el lobo se ha desvanecido, pero su sombra sigue acechando a la mía. Y esa sombra no sólo ha llegado a la mía sino adentro de mi. Contaminando lo que ya estaba contaminado. Asentándose en un trono al que no le pertenece.

Si tengo suerte me mandan a donde yo quiero. Porque algo de suerte tengo que haber tenido. Que aún no es cierta, pero de ser así tendría otra oportunidad. Otra oportunidad. Otra oportunidad con estas vestimentas. Y sin un duro.

Estoy nervioso. Menos que hace quince días, pero muy nervioso. Lo peor es que aún no sigo siendo yo. Sigo siendo un reflejo torcido de lo que realmente soy. No me reconozco. Y dudo tanto de mí mismo que no soy capaz de mirar más allá de lo que alcanza mi mano porque me tiembla. No me reconozco y eso ha sido la gran pérdida.


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