viernes, 29 de enero de 2016

El fuego del farol. El fuego interno.

A veces es como si quisiera dormir y me quitasen poco a poco el edredón.
Como si me quitasen la capucha cada vez que llueve. Son manos que me levantan los párpados cuando duermo.
Es un millar de grillos constantes. Pero silenciosos. Murmurando.
Una cuenta atrás.
Una distorsión en una canción .
Es una plancha que alisa las curvas del día.

En mi estantería por suerte tengo tres mementos que brillan más que el Sol. Un farolillo verde, una bufanda y un beso sincero.
Por un momento el viento se va. El suelo está caliente y puedo andar descalzo. La comida tiene más notas de sabor y noto cómo el agua llena el estómago. Todo eso cada vez que miro por esta ventana. Todo eso cada vez que le canto a mi estrella.
Y al final del día me miro las manos. Aunque no las crea reales. Aunque esté en medio del bosque.
Pero si no las veo reales, si no veo mis manos, me tocará llevar guantes. Al menos, hasta que salga el Sol.




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