miércoles, 22 de septiembre de 2010

Proyecto Gaia II (Operación Tormenta)

Hikumo despertó mareado. Poco a poco su nublada vista consiguió tornarse nítida, y fue corrigiendo los torpes aspavientos con los que tanteaba el lugar. Era una sala blanca con una mesa metálica en el centro, justo delante se sus narices. En una esquina superior una cámara de video a prueba de golpes. Y a su diestra, una puerta plateada .

Intentó recomponer los hechos previos a esa situación. Recordó vagamente a los hombres que le acompañaban, y a su jefe en su taller.

Asustado se levantó y se dirigió a la puerta para aporrearla, pero no llegó a hacerlo.

La puerta se desplegó hacia arriba y una figura trajeada entró decisiva en la habitación. Era un hobre de color de edad considerable, y unas canas afloraban tímidas  en su cuero cabelludo.  Se sentó y mostró una carpeta de cartón que la deslizó al centro de la mesa:

- ¿¡Quién demonios es usted!? ¿¡Dónde estoy!? ¿¡Qué quieren de mí!? ¡¡Soy americano y exijo mis derechos!!

-Tranquilícese, señor Okazaki. Usted no ha infringido ninguna regla, y le pido disculpas por los fuertes protocolos que usted ha sufrido, pero en estos...

- ¿¡Que me tranquilice!? ¿¡Sabe usted lo que me han hecho!?- Hikumo se dirigió a la mesa ante el impasible hombre de mirada atenta y confiada-. ¡¡Me han drogado, y me han arrancado del único lugar que me quedaba, gilipollas!!

- Le pido disculpas. He de comunicarle que pienso devolverle a su hogar y darle una remuneración a causa de todos los desperfectos y elk trato recibido. El dinero estará a salvo en una cuenta segura que corre a mi cargo.

Hikumo se detuvo a escuchar sin dejar de estar tenso. Pensó, que si quizás le seguía la corriente saldría pronto de ahí. Además, necesitaba el dinero para escapar de aquél trabajo suyo y buscarse una vida en una cuidad del gobierno, a salvo de la corrupción. No era más sino una esperanza de vida. Y a tales niveles de estrés y confusión. le continuó la conversación:

-¿cómo sé que no miente? ¿Para qué me han traído? Cooperaré sólo si cumple su promesa.

Ante la ignorancia de los planes de aquél hombre, Hikumo se sentó nervioso, sin dejar de apartarle la mirada.

-Verá señor Okazaki, ha sido usted elegido para desempeñar un papel fundamental en una operación secreta del Gobierno. La llamamos operación "Tormenta". Usted posee las cualidades necesarias para desempeñarla con total eficacia, ya que no hay nadie con sus mismas características...

-¿De qué cualidades habla?

- Déjeme continuar. Escuche, en éstos últimos años se ha potenciado el desarrollo de empresas filiales al Nuevo Gobierno Terrestre, para la búsqueda de información, avance y desarrollo de nuevas metodologías para fines bélicos, que como sabrá, están relacionado con los Mi-Go, los cuales están avanzando seriamente hacia el Sur desde el Polo Norte. Canadá ha caído, de la antigua Rusia sólo queda un cuarenta por ciento de su área total libre de invasión alienígena. Por supuesto los países nórdicos de la antigua Europa están plagados de ellos. El problema, como usted comprenderá, señor Okazaki, es que los recursos del N.G.T. son pocos y cada vez menos, y de ésto se están enterando estas empresas que trabajan para nosotros. Alguna que otra ha planteado trabas al Ejército, y su fidelidad pende de un hilo. Si a ello añadimos la corrupción (a escala mundial) que comienza a germinar en cada multinacional, nos quedan empresas que comienzan a ocultar ciertas informaciones al gobierno, y encaminan sus investigaciones a asuntos bastante extraños que no quedan datados. ¿No le parece increíble que estando al borde de la extinción haya gente que sólo piense en sí mismos?

-¿Me está pidiendo que sea su espía? ¡No soy ningún espía! ¡No puedo hacer tal cosa!- Hikumo temió por su destino. No tenía ni idea de a qué diablos iba a conducir todo eso y eso le asustaba cada vez más-. No entiendo nada.

-Cálmese, señor. Su función será infiltrarse en una pequeña empresa que nos preocupa demasiado. Alega ser fiel al N.G.T. pero nuestras fuentes nos informan de que traman algo serio. La empresa se llama "Proyecto Gaia" y está dirigida por el  anciano Robert Darwin, un eminente Tecnobiólogo y antropólogo, que tras años retirado, decidió fundar dicha empresa junto con su hijo, Edward. No deberá preocuparse por nada, estrá vigilado por agentes especiales secretos infiltrados que le vigilarán día y noche, y estará cubierto en todo momento. Dispondrá de todos los bienes y ayudas que necesite, alojamiento y pensión en el centro de investigación del Proyecto Gaia. Estará completamente seguro, y su integridad en el P.G. no correrá peligro alguno. Su misión consisitirá en ser un piloto de Engel. El Proyecto Gaia dispone  de cuatro Engels que extrañamente están destinados a la búsqueda de información sobre los Mi-Go...

Hikumo estalló en cólera:

-¡¡Piloto de un Engel!! ¡¡No pienso ser un fantasma!!

En aquél mundo de lucha incansable contra el enemigo, los seres humanos desarrollaron tres formas para vencer al enemigo: la primera consistió en mejorar las técnicas de combate y la tecnología de batalla para los soldados rasos y el ejército normal. Pero hace cincuenta años salieron a la luz las Armaduras de combate y los Engels. Los primeros eran humanoides de metal, robots, controlados por un piloto de élite que suponían  un avance importante en la batalla y demostraron ser una gran baza en el combate tanto a distancia como contra las abominaciones de más allá de la Tierra a la hora del cuerpo a cuerpo. Sin embargo, estas Armaduras suponían un gasto excesivo que requerían un entrenamiento de élite y les faltaba la agilidad (que más tarde se perfeccionó), todo eso a pesar de su gran eficacia en el combate.

Para equilibrar la balanza, ramas científicas esotéricas experimentaron con los Engels: alienígenas humanoides, operados y controlados por dispositivos y armaduras de contención biológicas injertadas en la piel , de forma, que gracias a una pequeña cabina, un piloto podía manejar el animal sin problemas. El Engel disponía de la agilidad que necesitaba la Armadura, y no disponía de tantos gastos de reparación, y a cambio, necesitaban pilotos que tuviesen un código genético similar al de la bestia, que en algunos casos, la diferencia era ínfima. Estos pilotos controlaban a los Engels  de forma espiritual, movían su cuerpo a través de la mente del piloto, y se comportaban ambos como un único ser: lo que sentía el Engel, lo sentía el piloto. Este azar a la hora de encontrar pilotos disgustaba a muchos pilotos de Armaduras, que llamaban a los primeros fantasmas, al perder años de entrenamiento para que un joven lograse mover algo a la misma altura que su máquina.

Y como los Engels estaba aún por desarrollar, imponía cierto miedo el hecho de colaborar con experimentos que usualmente solían acabar mal entre el piloto y el Engel, con graves consecuencias para el piloto.

Por supuesto, Hikumo era de los que pensaban que ser un piloto de Engel, un fantasma, era un mal augurio.

Hikumo fue a parar delante del señor de color, y le comenzó a levantar la voz, balbuceando de miedo:

-¡Quiero irme de aquí, no pienso cumplir su trabajo, no puede hacerme esto!
-Usted representa una esperanza para lo que queda de humanidad, señor Okazaki.
-¡¡No represento una mierda!! ¡Quiero irme de aquí! ¿Me oye? No me voy a alistar a ningñun ejército ni me voy a meter en un bicho porque usted me lo diga, ¿¡ me entiende!? ¡¡No quiero morir!! ¡¡No quiero morir!!

En el momento que Hikumo, agónico ante el futuro que se le presentaba, agarró al señor trajeado y le levantó.

Todo ocurrió muy rápido: la puerta se abrió y dos hombres entraron. Separaron al joven, que se zarandeaba violentamente. Sabía el chico que lo que le iba a pasar no era muy bueno. El hombre de color se estiró la chaqueta y sosteniéndole una mirada de superioridad, le dictaminó:

-Hikumo Okazaki, usted va a participar en el Proyecto Gaia,  y ya no habrá vuelta atrás. No hay elección. Nunca me gustaron los chicos rebeldes, y no creo que nade se vaya a enterar de esto. Usted va a colaborar le guste o no, y aunque me cargue en mi conciencia tendré que conseguirlo. Agentes, llévenlo a la celda 742.

Hikumo comenzó a vociferar y y los agentes le redujeron sin pensárselo. Una vez fuera de la habitación, el hombre sacó su móvil e hizo una llamada:

- Sí, soy Irons. Sí. El paciente está de camino. Confío en usted, doctor. Sí. Un lavado de cerebro hará que cambie de opinión. No se preocupe, nadie se va a enterar de esto. A veces hay que recurrir a estas cosas, ¿sabe? Sí, de acuerdo. gracias.

1 comentario:

  1. Uaaaah! Moola *_* Me recuerda un poco a una mezcla entre Diebuster y Avatar, y ambos me encantan (Diebuster más XD) ¿Tienes ya la historia completa o la estás continuando ahora? No quiero meterte prisa pero... ¡quiero leer MÁS! :33333

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