miércoles, 25 de agosto de 2010

El Rey Fauno

La tierra tiembla, está hendida.

Y los fantasmas supuran de lo más profundo del árbol.
Reptantes. Pestilentes.

...

Dentro del caos que Zaroaster tenía dentro de su mollera, logró percibir un atisbo en el húmedo aire de aquél bosque etéreo. Y decidió doblar su cintura para refrescar su olfato.

El Sol no llegaba a tocar el cada vez más fangoso suelo. Zaroaster lo hacía en su lugar.

En efecto. El aire desprendía un hedor extraño.

Quietud.
Niebla.
Silencio.

Siguió caminando. A cada paso que daba, hundíanse las botas en la pequña capa de fango, quizás porque el Rey Fauno llevase algo más que carne y sangre en su interior, quizás porque aquello que aquejaba a ése bosque aullante se encontraba cerca.

Nada. Ni su mandoble con runas hacía ruido al chocar con guijarros agonizando en el barro.

Entre los árboles, la niebla iba disipándose hacia un negro que emanaba de las cortezas, y orgulloso, acaparaba poco a poco las altas y muertas copas.

A lo lejos, un claro.

Levantó sus ojos entrecerrados y se apartó el mechó de su melena salvaje y rubia y se hizo una pequeña trenza en el cogote.

recogió su mandoble y volvió a caminar.

Un pájaro graznó y levantó el vuelo, seguido de la mirada entrecerrada de Zaroaster, que se perdió en el negro abismo.

Un aullido en el claro.

el Rey Fauno cercó la mirada con tranquilidad. Estaba cerca. El Gran Árbol Muerto se impuso, descubriéndose con una mágica reverencia tras avanzar unos pasos.

Quietud.

No dudó, agarró el mandoble élfico y lo lanzó pesadamente, describiendo una trayectoria fugaz que terminó con un sonido apagado. El mandoble pesado, hundido en el tronco, vibrando.

Nada.

Una mano cruzó la línea del fango con el aire hediondo, y deseosa, se apoyó en la superficie.

El suelo tembló.

Una figura blanca emergió del tronco, vacilante, con la cara ladeada y suspicaz.
-No encontrarás sino la sombra de tu conciencia. El ser al que persigues está aquí presente mas etéreo, deseoso de enloquecer tu mirada.

Pero Zaroaster siguió observando su espada.

-La tierra tiembla, está hendida. Y los fantasmas supuran de lo más profundo del árbol. Reptantes. Pestilentes.

Los susurros del ser blanco calaron en el oido del Rey Fauno. Sonrió. "Enloquecer. Dichosa blanca mancha. La locura es la real naturaleza de mi ser, necio"dijose.

Del suelo salió el tercer cuerpo de fango, carne y dientes. Y el primero ya iba a por él.

La capa de Zaroaster dibujó un crículo en el cielo al ser arrojada hacia el demonio, cayendo en sus fauces. El Rey Fauno sin dudar, saltó hacia la cosa, rodando y hundiendo su codo en el plexo solar de la criatura, noqueándola.

Rodeó el claro ante la atenta mirada del sér etéreo, ladeado, y de un salto alcanzó el mango de la espada con las manos.

Balanceándose, consiguió subirse a la espada y observar el claro desde arriba. La segunda criatura, expectante, rompió el sonido con un aullido ronco, y reptó hacia el tronco del Árbol Muerto.

Zaroaster colocó sus piernas en el tronco y se impulsó, liberando la espada, quedando en el aire. Haciendo honor a su enemigo, cayó pesadamente, y antes de caer en el enemigo, precipitó su espada contra la serpiente de carne.

Pero no sufrió daño alguno, pues con la misma inercia rodó, agarró su espada y la volvió a lanzar contra el tercer ser que osaba mantenerse en pie.

La espada sesgó la vida y "cabeza" del demonio, desapareciendo en el fango sumergido en la niebla que cubría buena parte de la bota del Rey.

El ser etéreo miraba.

Zaroaster, le devolvió la mirada y encauzó su cuerpo a recoger su mandoble en el lodo.

Quietud.

Mas cuando estaba a punto de recoger su arma, su camisa recibió un lance del primer demonio, repuesto del noqueo, acechante en el lodo.

Zaroaster hundió la cara del demonio con una patada, ahogándole en su propia pestilencia, y ensartando su espada en su joroba, para no ver más que el negro olor del lodo.

Sangre en el costado.

El fantasma dibujó una sonrisa.

"Enloquecer"...

Removió la cabeza. Sacudió su cuerpo. Sus pupilas no tardaron en dilatarse. ¡Él era el que estaba loco!

Arrancándose la camisa, dejó ver su cuerpo cruzado en tinta verde. Curvas y triskeles , ahoras manchadas por una pantalla roja, comenzarón a brillar.

El Fantasma se desvaneció para aparecer en la espalda del Rey Fauno, con una daga espectral, para lleváselo al terreno abisal. La daga, rauda, intentó cruzar la carne, pero queó la mano del Fantasma. El tatuaje no lo permitiría. Para eso él era el Druida.

Con un codazo, separó al Fantasma de sí. Iracundo, agarró el mandoble, ahora brilante y giró, para separar el cuerpo etéreo en dos.

Un chillido ensordecedor salió de la boca del Fantasma, y todo el Negro del bosque huyó frenéticamente por su boca, para no volver más.

Con un estruendo, Zaroaster retrocedió dos pasos.

y como si nada hubiera pasado, el Sol, inundó en una fracción de segundo, el profundo bosque.

Zaroaster se colocó el yelmo del Rey y continuó su camino, en busca de un río en el que sanar sus heridas.

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