lunes, 23 de agosto de 2010

Proyecto Gaia (Cthulhutech)

Año 2085.
Innsmouth, Massachusetts.

- ¡Eh! Chaval, quiero que te limpies la cara y mires a ver quién está llamando a la puerta del taller. Si es Josh, dile que se vaya a la mierda, ¡que no me venga con deudas! Ya estoy harto de sus sandeces. Vamos, chinito, por el amor de Dios, ¡si estás lleno de grasa!
El joven se quitó los cascos de su reproductor de música, salió de debajo del autodeslizador, que más que un autodeslizador parecía un arcaico automóvil de combustión. Desde que se idearon los nuevos sistemas energéticos S2, habían sustituído los automóviles por autodeslizadores, que realmente, no distaban de un automóvil. Alejando con un ademán al obeso su jefe, se llevó un trapo a la cara, y se quitó el pañuelo de la cabeza que sostenía su melena negra.
- ¡A ver cuando se entera que no soy chino, crecí aquí, pero a usted éso no le importa!
- Como vayas por ahí te vas a quedar sin sueldo. Me da igual que te parezcas a un japo o a un chino, todos sois iguales, joder...

El joven hizo caso omiso de las estupideces del viejo Smith. Para el viejo Smith, el taller era lo único que le quedaba después de servir al ejército del Nuevo Gobierno Terrestre contra la constante invasión Mi-Go. Pero eso es otra historia que ahora le causaba más bien poca espectación.

Una vez llegado a la puerta automática del taller, abrió el videotelefonillo, y extrañado vió a dos hombres de negro.

Nada bueno podría significar aquello.

-¿Quién es?
- Disculpe, somos de la Agencia de Inmigración de Massachusetts, ¿sería tan amable de dejarnos pasar?

El mecánico abrió la puerta, y los hombres no dudaron en entrar.
-¿Es usted el señor Okazaki? ¿Hikumo Okazaki?
- Sí, soy yo.
El viejo Smith se asomó desde una esquina y atónito, disparó temeroso de ser "descubierto":
-¿Qué quieren?
-Sólo hablar con el señor Okazaki- Y dirijiéndose a Hikumo, se dispuso a continuar-. ¿Sería tan amable de acompañarnos a la agencia? Tenemos problemas con los documentos que establecen  su nacionalidad norteamericana.
-Mis papeles están en orden, creo que se equivocan de persona. Todo el mundo sabe que soy de aquí. Crecí aquí.
- Pero no nació aquí, señor Okazaki. Por favor, resolvamos esto en un lugar apropiado. Le ruego que nos acompañe.
Hikumo miró a viejo Smith. Smith no quería problemas. Y su silencio ordenaba a Hikumo que se librase de "esos tipos" aunque tuviera que irse con ellos. No quedaba otra. "Qué hijo de puta", pensó. Tras una pausa, masculló:
- Está bien. Me cambio y ahora salgo.

Mientras Hikumo se cambiaba y se aseaba tan rápido como podía, mantenía el silencio, esperando escuchar alguna palabra de ayuda de su jefe, que aún inútil resultase, pudiera demostrar algún afecto hacia su único trabajador.

Pero no.Ni una palabra.

Salió dando un portazo, y ahí estaba su jefe, callado como un crío, rezando a los dioses por si aquellos hombres de negros realmente estaban por el chico o si era una excusa para cogerle y llevarle al talego por evasión de impuestos. En esos días, la presencia de un hombre negro podía significar cualquier cosa mala: desde reclutarte para la guerra hasta para meterte un puro que jamás habrías hecho. Sí, eran corruptos. Total, casi la población humana está destruida y la que queda está luchando contra esos alienígenas. Nadie se iba a enterar si te roban por acuerdos "legales" tus ahorros para subsistir.

Pero obviamente no iban a por el viejo, ya no le quedaba nada en su cuenta (y su pecado era lo que le daba de comer), de hecho, ya era la tercera vez que le robaban en la semana. Pero no quitaba que fuese un cerdo cobarde que le dejaba con el culo al aire. Egoísta de mierda. Ni le miró.

Salió afuera, y estaba nublado, como siempre. La pareja le abrió la puerta a un autodeslizador negro, que encendido, esperaba.

Hikumo miró a su izquierda y a su derecha. No había nadie en la calle. Ni los pájaros piaban en los tres árboles pelados que quedaban en el parque de entrente, junto al mar.

Desganado, se metió. Cerrada la puerta del auto, inició su ruta.

La ventana sólo mostraba  calles sucias con periódicos yacentes en las aceras, y algún que otro auto mal aparcado. No había nadie en la calle, y si lo había, era algún tullido, que en trance esperaba redención bajo cualquier alegre y colorida publicidad animada.

Pero era lo que había. El Nuevo Gobierno de la Tierra, de propósitos puros, justos, alentadores y unificadores estaba lleno de garrapatas si salías de sus edificios, que prometían defender los mismos valores, sólo que algo tergiversados. Había dos opciones, o morir en la guerra contra esos insectos de Neptuno, los Mi-Go, o malvivir con la pistola tras la gabardina. Pero había personas buenas, claro, que en las pocas cuidades legales de la Tierra, y daba el caso que Massachusetts no era la más pura y casta.

Dejado Innsmouth, llegaron a la autopista, y continuaron el camino que siempre había que tomar para la cuidad.

Los grandes anuncios que el NGT desplegaba a lo largo de las autopistas dejaban mucho que desear. Pecaban de demasiado ingenuas al pensar que al publicar fotos de tropas felices y unidas iban a captar más público...

- Esperen, por aquí no se llega a Massachusetts, luego dirán que no soy de aquí...
- Siento decirte joven que no vamos a Massachusets. Tranquílizate, Nueva York queda a cuatro horas de aquí.
- ¿¡Qué!? ¿¡A dónde cojones me llevan!?
- Eh, eh, no te preocupes, el NGT te necesita. Vas la pieza clave fundamental de un proyecto. Un proyecto secreto. Digamos que tienes ciertas cualidades que nos interesan mucho. No vamos a hacerte daño. Sólo queremos darte una oportunidad a tí a los tuyos, y estás en buenas manos...
-¿¡ De qué cojones estáis hablando!? ¡Quiero salir de aquí!
Hikumo goleó el metacrilato que lo separaba de la pareja de hombres.
-¡Cálmate!- bociferó el conductor, y mirando con desgana al asustado, le confesó al compañero-. No me gusta se las den de chulitos estos fantasmas. Ponle éso.

Se veía que el chófer no era de los que le gusta hablar. El más comunicativo no dudó, y apretó el botón, sumiendo  la fría cabina de Hikumo en una relajada y mullida suite donde poco a poco llegó la calma
-¿Fantasm... a?

Esa era la última vez que Hikumo estaría en  Innsmouth. Lo que no sabía, era que lo que le esperaba en Nueva York, desafiaría los límites de su conciencia y humanidad, de lo sensible y de lo que escapaba a las sensaciones. Pero era sólo el principio. Aún quedaba mucho para llegar a Nueva York
-Geralt, pon música anda.

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