viernes, 3 de septiembre de 2010

El Horror de más allá de las Estrellas. Parte III

29 de Noviembre de 1928
En algún lugar del pacífico.

Hace calor. Hace ya mucha calor. Aún estoy confuso del día de ayer, y de vez en cuando los dolores de cabeza y estómago reaparecen punzantes y violentos. Los opiáceos se me han acabado, y los enfermeros se han negado a darme más opiáceos por mi mala conducta. De todas maneras, los paracetamoles que me han extendido sólo me hacen cosquillas en lugar de paliar los síntomas. Pasada media mañana y medianamente recuperado de los estigmas, marché en busca de la señorita Hepbourn que no mostró demasiado interés por mis cruces. Realmente no parecía una chica normal. Su mirada denotaba cierto aire que olía a chamuscado en todo este asunto.

Mas, a pesar de nuestras vagas divagaciones sobre temas irrelevantes, me anunció que esa misma tarde el crucero tomaría tierra en los trozos de tierra que salpicaban aquellas aguas inquitetantes. Le sugerí una cita de forma indirecta, que hábilmente rechazó, comunicándome que ella y el señor Thorn iban a ocuparse de asuntos laborales confidenciales a la que no podía asistir. Una excusa que mantiene al margen de la situación.

Terminando la conversación antes del tiempo que estimaba pasar con ella, se despidió de mí muy cortésmente sin denotar afecto hacia mi persona lanzando algunas preguntas de doble filo sobre mi estancia en el crucero (refiriéndose a las noches, supongo) o sobre los recuerdos que fuera a comprar a mis allegados en el continente.

Tras su marcha a una larga reunión previa al desembarco, me quedé meditando sobre la posibilidad de que ella y sus camaradas supieran lo del ídolo robado, y si es así, ¿cómo es que, habiéndome descubierto, no han venido a por mí hasta el momento?

Llegué a la conclusión de que era momento de pasar a la acción antes de que me dieran encuentro.



Pasada la hora del té (un rato después de despedirme de la señorita Hepbourn, y manteniéndome escondido entre la muchedumbre lejos  de mi camarote)fui raudo al camarote de la mujer en cuestión y llamé a su puerta. No había nadie.

Una vez desierto el pasillo, desbloqueé la cerradura de la puerta y accedí dentro de su habitación.
La habitación, perfumada con aromas extraños (y algo nauseabundos) no lograba evitar que me fijase en la humedad que impregnaba la habitación. Sin cuadro alguno, o signo femenino determinante, podía haber pensado haberme equivocado de habitación (miré el número de la puerta, y no, no me equivocaba). Habiendo pasado la barrera de suciedad comencé a buscar por los cajones.

Mientras buscaba algo de relevancia, vi un retrato mío con mi nombre y mi edad, y varias anotaciones sobre lo que me gusta y el número de habitación en el que me alojaba.
Me tenían vigilado como me temía.

Pero quizás no fue lo más extraño de lo que encontré. Descubrí una serie de papeles: garabatos maltrechos y otros mejores trazados, palabras ilegibles y malsonantes, círculos rituales y un humanoide. De cuatro piernas dos brazos un en lugar de una cara, una cola con una boca aullante. Era demasiado grotesco y macabro. Caí en la cuenta de que aquél ídolo representaba aquella exageración entintada. El olor de la habitación cercenó mi cordura en ése instante.

Me acordé de la pesadilla. Se me cortó la respiración. Los fantasmas volvían. Si era verdad lo que dijo la mujer de la pesadilla, alguien debía de venir.


En qué diablos estaba pensando. Era una jodida pesadilla. No tiene nada que ver con ésto.


Me seguí mintiendo a mí mismo durante unos minutos. El ídolo se me apareción en sueños. Quizás sea...

Debo olvidar el tema. No quier caer preso de la locura, pero no puedo negar que mi cuerpo tiembla al acercarme demasiado a esos siniestros pensamientos. Debo permanecer cuerdo. Pero la noche es muy oscura. Como el espacio infinito...

Dios, me estoy volviendo loco.


La cordura que tenía fue sesgada al encontrar un muñeco de trapo entre los cajones de su cómoda. A su lado, dos alfileres manchados en sangre seca y negra.

Vudú.

Presioné sobre mi barriga y esta correspondió. Solté ahogando un grito el muñeco. y horrorizado, me tapé la boca. En unos segundos lo volví a coger y descosiéndole la costura de la espalda ví la uña cortada. El corazón me dió un vuelco.

¿¡Qué demonios querían de mí!?

Tenía que escapar, y en el mejor momento la sirena del barco rugía que tocaba tierra. Oyendo movimiento en el pasillo, me llevé el muñeco vudú con la uña. Cerré la habitación empapado en sudor y empapado en indiscreción ignorada. Aceleré los pasos a mi camarote, y no me costó abrir la puerta.

La habitación estaba patas arriba. La habían saqueado. Papeles, libros, ropas, cristales rotos de licores, notas quemadas y maletas rajadas. No quedaba nada de mi posesión que no había sido violado.

¡El ídolo! ¡El maldito y puñetero ídolo de madera!

Lo sabían, ¡lo sabían todo! Y ahora habían quemado las notas de mis investigaciones. Ahora no tenía nada contra ellos, y todo mi trabajo había quedado en balde. Había indagado demasiado.

Y entonces lo ví aún más claro.

Van a por mí.

Cerré la puerta, me puse la fédora y cerré la gabardina. Con la mano empuñando la pistola en el bolsillo corrí desbocado al puente de babor. Iba a bajar a puerto cueste lo que cueste.

Noté que me seguían. Pero conseguir bajar a tiempo y corrí por la pequeña urbe, doblando esquinas una docena de veces y entré finalmente agónico en un motel cualquiera, asegurándome de no ser visto.

En la parte me paré a meditar insensatamente sobre este asunto.


A la noche, espero salir rabioso de orgullo y temeroso en ambas partes, en busca de más información acerca del señor Thorn y sus secuaces. Aunque no haya quedado nota impoluta que manchase la imagen del esotérico señor Edward Thorn, iba a resolver este caso aunque me costase mi cordura, mi carrera y mi vida. Si he pecado alguna vez ha sido ésta, y por avaricioso orgullo iracundo. No me queda nada en este momento, y nada voy a recuperar. Al ocaso saldré para descubrir los planes de esos bastardos.

No sé si es valentía infundada heróicamente o son delirios de grandeza por no estar con las manos en las sienes. Pero llegaré al fondo de este asunto.

Y me voy a arrepentir.

2 comentarios:

  1. Pa mi que alguien va a acabar mordiendo el polvo del fondo del mar mientras los pececitos juegan con su inerte cuerpo xDDDDDDDD

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  2. xDDD no se yo eh? xDDD (Soy Luffy xD)

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